La intuición sobrehumana de San Pacomio el Grande
Nada predisponía a San Pacomio, nacido y educado en el paganismo, a convertirse en el inventor de la forma universalmente difundida de monacato cristiano que, a lo largo de los siglos, ha inspirado a multitud de hombres y mujeres a dejarlo todo y dedicarse por entero a Dios. Su vida y su trayectoria son asombrosas y bien conocidas.
San Pacomio recibe su regla monástica de un ángel mensajero (fresco del siglo XIV, Monte Athos)
Razones para creer:
- Católicos, ortodoxos, coptos, caldeos y maronitas celebran a San Pacomio desde la Alta Edad Media.
- La vida monástica de Pacomio ha tenido una extraordinaria repercusión desde el siglo IV hasta nuestros días, sin ser interrumpida ni puesta en duda.
- La vida de Pacomio, la historia de sus fundaciones y la difusión de su Regla están perfectamente documentadas.
- La Regla que escribió establece todos los principios de la vida monástica que siguen vigentes hoy en día.
- Esta extraordinaria aportación procede de un hombre que nació en el seno de una familia pagana y que no se hizo cristiano hasta la edad adulta, por circunstancias humanamente improbables, ya que sus orígenes eran estrictamente egipcios.
- Hasta los veinte años, no conoció nada del mundo griego ni de las demás corrientes espirituales de su época, y no supo nada de la fe cristiana hasta su bautismo.
- Lo más extraordinario es el increíble poder con el que un hombre sencillo organizó su vida contemplativa así como la longevidad de sus intuiciones.
Resumen:
Pacomio nació en Kenobsoskion (actual Nag Hammadi), en el Alto Egipto, en el seno de una familia muy modesta, con un bajo nivel educativo y sin conocimientos de las principales corrientes filosóficas y religiosas de la época. Sólo hablaba y escribía copto; el siríaco y el griego, las principales lenguas a las que se había traducido la Biblia en Oriente a partir del siglo III, le eran desconocidas. Pacomio no supo prácticamente nada del cristianismo hasta la edad adulta.
Pacomio nunca cuestionó su paganismo en la primera parte de su vida: a la edad de 20 años, fue reclutado a la fuerza en el ejército imperial de Constantino que luchaba contra los persas. Durante este contexto militar, no modificó en nada sus creencias y no conoció a ningún cristiano.
En 314, fue desmovilizado sin recursos conocidos. Un acontecimiento providencial dio un vuelco a su vida: fue acogido por los cristianos de Tebas. Alojado, alimentado y atendido por ellos, quedó profundamente conmovido por la caridad de sus anfitriones, gracias a quienes conoció el Evangelio por primera vez. Se convirtió y pidió ser bautizado.
Tres años más tarde, siendo aún un joven cristiano, lo dejó todo y se retiró al desierto. Allí encontró por primera vez en carne y hueso a un religioso solitario, un anacoreta llamado Palamós, con quien pasó 7 años. Nada había preparado a este antiguo soldado para convertirse en monje solitario, arriesgando su vida en el proceso.
Entonces llegó su encuentro con el otro "gigante" egipcio: San Antonio el Grande († 356). Pacomio recibió así una "formación" completa, no de instituciones educativas (inexistentes en aquella época), sino de boca de dos santos monjes.
La última etapa de su itinerario interior fue el milagro de la "voz" de un ángel que le pedía que fundara su propia comunidad de monjes. Para algunos, este "mensaje" celestial podría reducirse a una ilusión o a un trastorno mental causado por el ascetismo y el aislamiento. No es así en absoluto; a partir de esta extraordinaria audición, Pacomio imaginó un modo de vida totalmente nuevo para los monjes y redactó una regla que influiría en toda la cristiandad: ninguno de los Padres latinos del monacato criticaría o modificaría sustancialmente a San Pacomio.
El primer monasterio, fundado en Tabennesi en 323, se convirtió en pocas décadas en el centro del monacato egipcio. La Regla de Pacomio, escrita en copto, fue traducida al siríaco y al griego (y transmitida así al mundo bizantino), y luego al latín por san Jerónimo († 420), lo que permitió su difusión por toda la parte occidental del Imperio romano. Además, el texto se tradujo muy pronto en Etiopía, Armenia, Georgia, Palestina y Siria... ¡La "voz" que escuchó el santo fue, cuando menos, constructiva!
Las intuiciones de Pacomio sientan las bases de todas las formas de organización de la vida de las comunidades monásticas que siguen existiendo hoy en día: noviciado, vestimenta única de los monjes, comidas en común y en silencio, oración continua durante el día y la noche (Liturgia de las Horas), servicio divino (misa), obediencia a los superiores, pobreza absoluta y puesta en común de los bienes, periodo de prueba para los postulantes, trabajo obligatorio proporcional a las capacidades de cada uno, atención especial a los enfermos, deber de hospitalidad y separación del convento de monjas (la hermana de Pacomio fundó también, con el apoyo de su hermano, una comunidad de mujeres en la orilla opuesta del Nilo).
La aparición del "cenobitismo" (del griego koinos bios, "vida en común") en el siglo IV es tanto más increíble cuanto que en Egipto no existía entonces ninguna forma similar de vida contemplativa: Los "anacoretas" (solitarios) y los "giróvagos" (monjes errantes) dominaron hasta la llegada de Pacomio.
A su muerte, ya existían nueve monasterios masculinos y dos femeninos, cada uno con al menos treinta personas. A finales del siglo IV había varios miles de monjes de este tipo. En el siglo VI, 24 monasterios formaban el legado dejado por Pacomio en su tierra natal.
La vida de Pacomio es bien conocida gracias a una serie de fuentes fiables y variadas, entre ellas una Vida escrita en griego por Symeon Metaphrastus, adaptada en el siglo XIX por la erudita sociedad de los Bolandistas en el Acta Sanctorum (vol. 3, pp.22-43); los mismos bollandistas publicaron varios relatos titulados Paralipomena de SS.Pacomio et Theodoro, muy similares y basados en un manuscrito griego del siglo X conservado en París; una antigua Vida del Santo, escrita en siríaco por el monje Enanjésus en el siglo VII, etc.
Más allá de las razones para creer:
El misterio de la vida interior y contemplativa es un tesoro que todos, sea cual sea su estado de vida, están llamados a descubrir y vivir, en diversos grados.
Ir más lejos:
Placide Deseille, L'esprit du monachisme pachômien, Abbaye de Bellefontaine, 1968.