Resumen:
Más de 2.000 apariciones marianas: esta cifra puede parecer excesiva o infundada para algunos, pero no lo es en absoluto si consideramos los registros y estamos dispuestos a mirar la realidad de nuestro mundo.
En primer lugar, hay que señalar que el hecho de las apariciones concierne a toda la historia bíblica, que abarca 4.000 años. La Biblia está salpicada de "teofanías", esas manifestaciones perceptibles mediante las cuales Dios interviene. Los patriarcas y los profetas tuvieron "visiones" y recibieron mensajes. Después de su Pasión, Jesús resucitado se apareció a sus apóstoles: en culminación y cumplimiento de la Alianza entre Dios y el hombre (1 Cor 15).
En este contexto, las manifestaciones de la Virgen encajan perfectamente en la administración de la salvación cristiana. En la Anunciación, María misma escucha al ángel Gabriel. En la Cruz, Jesús confía a Juan a su Madre y, a través de él, a todos sus discípulos, a la Iglesia, sin límites. María, viva en el Cielo, aparece a su vez como Madre del Señor y mensajera de su Hijo.
Los mensajes de las auténticas "Mariofanías" o apariciones marianas son claros: no contradicen ni añaden nada a la fe de la Iglesia, y explicitan el Evangelio en un contexto particular. Todas ellas, sin excepción, sea cual sea el país o la época, hablan de Jesús, y se refieren a Él como "centro del cosmos y de la historia", tal y como ya lo evocaban los profetas del Antiguo Testamento.
Estas mariofanías están en perfecta armonía con los dogmas de la Iglesia, empezando por la Encarnación: María se aparece y habla a la gente en un entorno determinado, en un momento concreto. Habla la lengua de aquellos con quienes se encuentra; no se trata de "traducir" sino de comunicar que toda evangelización sólo tiene lugar aquí y ahora, con hombres de carne y hueso, siguiendo el ejemplo de Jesús, que vino a este mundo, bajo el reinado del emperador Tiberio, en Palestina, a principios del siglo I.
Las intervenciones de María suelen tener un motivo principal, fácilmente identificables: conflictos (Pontmain - Guerra franco-prusiana, 1871; Fátima - Primera Guerra Mundial, 1917), guerras civiles (Medjugorje, desde 1981), genocidios (Kibeho - genocidio ruandés, 1981), hambrunas, epidemias... En ocasiones, una aparición "confirma" un dogma proclamado por la Iglesia (Lourdes, 1858, cuatro años después de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción).
Todas las manifestaciones autentificadas están acompañadas de signos materiales tangibles: curaciones (inexplicables) y/o milagros (danzas del sol en Fátima, conversiones de grupos enteros de personas, rescate de barcos, derrotas militares, etc.). Las curaciones inexplicables son la señal de la presencia de María: no hay santuario mariano en el mundo que carezca de curaciones, sea cual sea su fecha de fundación o su importancia histórica.
Aparte de Jerusalén y Roma, casi todos los grandes santuarios de la cristiandad se fundaron a raíz de una o varias manifestaciones de la Virgen María: Ciudad de México (Nuestra Señora de Guadalupe), La Salette, Lourdes, París (rue du Bac), Medjugorje, Fátima, etc.
Los lugares donde se han derramado lágrimas o sangre (sobre una estatua o una imagen mariana) han dado lugar a peregrinaciones internacionales y han propiciado el desarrollo de centros espirituales nacionales (Nuestra Señora de Czestochowa en Polonia, etc.).
Las investigaciones de las autoridades eclesiásticas sobre estos fenómenos están muy reguladas y son muy rigurosas. Suelen implicar a dos instancias: una científica (médicos, químicos, físicos, etc.) y otra teológica y se extienden durante varios años con una metodología estricta en cada etapa. Su principal objetivo es identificar las razones naturales que podrían estar detrás del suceso estudiado.
Es sorprendente constatar la discrepancia entre el número de apariciones registradas en los últimos 2.000 años (unas 2.500) y el número de acontecimientos oficialmente "reconocidos" por la Iglesia (apenas una veintena, a los que hay que añadir los "cultos públicos autorizados", como Rue du Bac o Ile-Bouchard). Esta diferencia evidencia el carácter científico y objetivo de las investigaciones llevadas a cabo por las autoridades, que no dudan en rechazar cualquier manifestación que no se ajuste a la fe recibida de los apóstoles.
Estas investigaciones surgieron en su forma actual hacia 1850: es imposible, por tanto, cuantificar el número de "mariofanías" que se produjeron antes de esa fecha, ya que muchas de ellas no dieron lugar a un proceso judicial de este tipo.
La naturaleza de los documentos en los que se alegan los fenómenos también ha variado con el tiempo: relatos orales, declaraciones judiciales, informes policiales, actas notariales, correspondencia privada, diarios espirituales, etc. Sin embargo, la inmensa mayoría de las fuentes están constituidas por actas juradas ante una autoridad civil y/o religiosa.
Los escépticos las tildan de "supercherías y alucinaciones". ¡Error! Tarde o temprano se descubren los "engaños". Los jóvenes "videntes" de la Virgen María (Bernadette en Lourdes, los pastorcillos de Fátima, etc.) son sometidos a continuas e incluso violentas presiones por parte de su entorno, los médicos y la policía, con el fin de conseguir que se retracten. En los casos auténticos, nunca ceden, cueste lo que cueste. También son sometidos a pruebas psiquiátricas, pero ninguna de ellas ha revelado jamás el menor desequilibrio mental.
¿Cómo pudieron esos niños, de entre 6 y 18 años aproximadamente, a menudo con un nivel de escolarización medio o bajo, inventar historias que conmoverían a las multitudes durante años? ¿Cómo pudieron resistir múltiples interrogatorios? ¿Por qué no se contradicen? ¿Se inventarían las curaciones inexplicables comprobadas por los médicos?
La mayoría de las veces, el contenido teológico y humano de los mensajes supera las capacidades naturales de los testigos. Los ejemplos abundan, desde Maximin Giraud (La Salette) hasta Catherine Labouré (rue du Bac).
El racionalismo relega las apariciones marianas al rango de superstición. Sin embargo, en los últimos 2.000 años, miles de millones de seres humanos de todas las clases sociales, todas las culturas y todos los regímenes políticos han creído en la presencia de María y la han experimentado: orientales y latinos, protestantes y católicos, americanos y africanos, así como musulmanes, todos en su conjunto.
Estos acontecimientos han dado lugar a un número increíble de obras artísticas: pintura, escultura, teatro, novelas, poesía, música, cine, cómics... ninguna forma estética se ha librado. Los más grandes artistas, desde horizontes diametralmente opuestos, han representado las apariciones y la presencia excepcional de la Virgen María.
La liturgia de la Iglesia ha incorporado muchos de estos fenómenos, demostrando que no son hechos secundarios o inventados: 19 de septiembre (Nuestra Señora de La Salette), 12 de octubre (Nuestra Señora del Pilar), 12 de diciembre (Nuestra Señora de Guadalupe), 17 de enero (Nuestra Señora de Pontmain), 11 de febrero (Nuestra Señora de Lourdes), 13 de mayo (Nuestra Señora de Fátima)...
Ninguna auténtica mariofanía se limita a su propia manifestación. Todas apuntan hacia Cristo y se traducen en compromisos concretos y duraderos en el ámbito de la caridad, que van más allá de lo que se podría haber imaginado.
Patrick Sbalchiero, miembro del equipo de apologética de María de Nazaret