Grigio, el extraño perro de Don Bosco
En 1854, en una época en la que Don Bosco había sido objeto de atentados e intentos de asesinato, un enorme y misterioso perro gris entró en su vida y se convirtió en su vigilante e infalible guardaespaldas, desapareciendo a veces durante períodos muy largos, pero regresando con una puntualidad desconcertante cada vez que Giovanni estaba en peligro, como si una señal lo pusiera infaliblemente en el camino del sacerdote cuando éste lo necesitaba. Todos los intentos de encontrar al dueño de este sabueso son vanos, ya que nadie conoce al animal, que nunca se deja ver por los alrededores... Esta increíble amistad entre el sacerdote y el animal, llamado il Grigio ("el Gris", por su pelaje) duró casi cuarenta años. Y eso no es lo más desconcertante de la historia.
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Razones para creer:
Don Bosco, a pesar de las innumerables intervenciones de lo sobrenatural en su vida, seguía siendo un hombre racional, un campesino piamontés con los pies en la tierra. Así que buscó una explicación ordinaria a la aparición del perro. Él y su familia hicieron averiguaciones por todo el barrio para encontrar al dueño del perro. Fue en vano: nadie conoce al animal. Aparte de sus apariciones al lado de Don Bosco, es invisible.
No se trata de una ilusión, ya que Grigio pronto se convirtió en un habitual de la Casa Pinardi, llegando cada vez que Don Bosco tenía que salir y acompañándole a casa. Decenas de personas, niños, adultos y sacerdotes, tuvieron la oportunidad de ver al perro, acariciarlo, jugar con él y ser testigos de su existencia.
Todos ellos pueden decir que Grigio percibe los peligros que amenazan a Don Bosco. Así, en estos casos, le impide salir de casa interponiéndose en el camino de la puerta y prohibiéndole salir, lo que evita que sea atacado varias veces. También va a buscarlo cuando tiene que demorarse en la ciudad, como si siempre supiera dónde encontrar a su amo.
En la única ocasión en que Don Bosco está a punto de ser asesinado en ausencia del perro, Grigio surge de la nada para poner en fuga a los maleantes.
Este perro de ataque y de guardia, terriblemente feroz si se ataca a su amo elegido, se muestra indefectiblemente manso, sobre todo con los niños del oratorio, dejando que le tiren de las orejas y de la cola sin inmutarse ni gruñir, y ni siquiera asusta a los más pequeños, ya que es tan suave como un peluche.
Conmovidos por la lealtad del animal, y convencidos de que se trataba de un perro callejero en busca de hogar (y aún más hambriento por ser tan enorme), Don Bosco y su familia le ofrecieron algo de comer. Pero Grigio nunca acepta comida, ni siquiera golosinas a las que ningún perro podría resistirse. Tuvimos que afrontar los hechos: Grigio nunca comía...
Durante un año, Grigio permaneció cerca de Don Bosco, como un ángel de la guarda de cuatro patas, hasta que desapareció el peligro. Entonces él también desapareció, como si supiera que su amo ya no le necesitaba. Don Bosco lo da por muerto, pero diez años más tarde, cuando se pierde en las obras de un nuevo barrio de Turín, impotente y casi ciego, Grigio regresa y lo conduce a su cita y luego vuelve a desaparecer. La misma aventura volvió a repetirse en idénticas circunstancias en 1883.
No tardamos en darnos cuenta de que, durante los últimos treinta y dos años, este perro siempre había aparecido en el momento justo para sacar a Don Bosco de apuros. Hay que reconocer la increíble longevidad de Grigio, que se acerca a los cuarenta años -una edad imposible para un perro, sobre todo si es callejero- y parece no envejecer nunca. Pero reconozcámoslo: no es un animal corriente...
Resumen:
Una noche de noviembre de 1854, Don Bosco regresaba con retraso a la Casa Pinardi, el centro juvenil que había creado en Turín y que le había granjeado numerosos enemigos. El sacerdote, que antaño era una fuerza de la naturaleza capaz de imponerse en una pelea, nunca se había recuperado de la neumonía que casi lo mata en 1846 y lo dejó debilitado. Algunas personas del pueblo, molestas con él, le habían "puesto precio a su cabeza"; Giovanni lo sabía. Además, ya habían intentado matarlo... Como hombre precavido, evita vagar solo por las calles de noche, pero esta noche ha perdido la noción del tiempo y, mientras camina exhausto bajo la lluvia y la niebla hacia su casa, presiente el peligro. Y aunque acababa de divisar unas figuras amenazadoras que parecían estar esperándole, ¡no había ningún lugar donde refugiarse en caso de necesidad! Resignado, Don Bosco continúa su camino cuando, de la nada, aparece el perro más grande que jamás había visto. Era un sabueso excepcionalmente grande, de pelo gris oscuro, y Giovanni se aterrorizó al verlo, pero su miedo se disipó rápidamente, porque aquel monstruo no era agresivo. Al contrario. El animal se echa a sus pies como si fuera su amo, sus ojos rebosantes de afecto, y empieza a lamerle los dedos. Luego, trotando a su lado ,lo conduce a su casa, de la que parece conocer la dirección y el camino.
Tranquilizado por su presencia, Don Bosco reanudó sus recados nocturnos. Una noche, por desgracia, Grigio, que advierte a su amigo que no salga cuando está en peligro, no estaba allí, y Don Bosco salió. Cuando regresó, era de noche y las calles estaban desiertas. Dos hombres le vigilan... Es una emboscada. Angustiado, Don Bosco vuelve hacia el centro de la ciudad en busca de una casa iluminada, pero oye cómo los dos asesinos se acercan a él, le agarran, ¡le ponen una bolsa en la cabeza! Don Bosco lucha, pero no es rival para ellos. De repente, oye acercarse a un gran animal, que ladra como un loco y lanza sus noventa kilos de músculo contra los asaltantes , que huyen; Giovanni, libre de su bolsa, ve entonces a Grigio, ahora manso como un cordero, que se acerca corriendo a lamerle la cara...
Durante un año, Grigio comparte la vida cotidiana de Don Bosco, y su presencia acaba por disuadir a los enemigos del sacerdote que han probado sus colmillos. Cuando la amenaza desaparece, también lo hace Grigio. Nunca se le vuelve a ver. Pragmático, a pesar de lo extraño del caso, Don Bosco se resigna a la pérdida de su perro, que creía muerto. Se equivocaba...
En 1864, más de diez años después de la última visita de Grigio, Don Bosco, viejo y cansado, casi impotente y ciego, se pierde una noche de camino a casa de un amigo en un barrio que conoce poco. Llevaba mucho tiempo caminando en círculos cuando sintió una nariz húmeda contra la palma de su mano: ¡Grigio había vuelto! No hay duda, es él, se le reconoce al instante. Y, como si supiera adónde se dirigía su amo, le condujo hasta la puerta de casa de sus amigos y luego volvió a desaparecer. Diez años es mucho tiempo en la vida de un perro, sobre todo de uno vagabundo, abandonado y descuidado. Don Bosco empezó a admitir que estaba desconcertado.
En 1883, diecinueve años después de su reencuentro, el viejo Don Bosco volvió a perderse en el barrio de Bordighera. Y Grigio, que, a diferencia de su amo, no se había vuelto ni un pelo blanco y seguía tan juguetón como un perro joven, le agarró por la solapa de la sotana y le condujo, con su infalible donaire, hasta su cita.
Al final de su vida, San Juan Bosco confesaría su perplejidad a amigos y familiares, que todos habían conocido a Grigio y se preguntaban qué era realmente esta criatura: "Decir que era un ángel sería ciertamente objeto de burla, pero no podemos decir que era un perro cualquiera..."
Especialista en historia de la Iglesia, postuladora de una causa de beatificación y periodista en diversos medios católicos, Anne Bernet es autora de más de cuarenta libros, la mayoría de ellos dedicados a la santidad.
Ir más lejos:
Jean Bosco, Souvenirs, Apostolat des éditions, 1978.