Y una gran luz abrió la puerta de su calabozo...

A finales de la década de 1520, el joven Grigori Grigorievich Rougotine, de una familia aristocrática pobre de Radonezh (Rusia), entró al servicio del príncipe Ivan Penkov, que gobernaba la región. Destacó por su excelente trabajo y se ganó la confianza de su amo, pero esto le valió los celos de los criados del príncipe, que le acusaron de ser el amante de la princesa Penkova. Tras librarse por poco de la pena de muerte, Grigori fue condenado a cadena perpetua. Su subsistencia se redujo a una jarra de agua y un tazón de gachas dos veces por semana. Este régimen despiadado debería haberle matado...

Razones para creer:

• El delito del que se acusaba al joven -adulterio con la esposa de su señor- era especialmente grave, ya que se trataba de una traición merecedora de la muerte. Como nunca había sido absuelto oficialmente de este delito, las circunstancias que rodearon su liberación tuvieron que ser milagrosas para que el entorno de Grigori y su biógrafo mencionaran el supuesto crimen y la condena del santo.

• La gran piedad del joven y las penitencias que se infligió a sí mismo demostraron que las acusaciones eran infundadas. Sin embargo, deseoso de imitar a los mártires, a los que admiraba, y de sufrir para contribuir a la liberación de Rusia, que entonces estaba bajo el yugo de la Horda de Oro (tribus tártaras musulmanas que se ensañaban contra los cristianos), Grigori ni se defendió ni proclamó su inocencia, imitando a Cristo ante Pilatos: "Y Jesús guardó silencio " (Mt 27:14; Mc 15:05; Lc 23:9; Jn 19:9), creciendo en santidad. En lugar de quejarse, dio gracias a Dios por "haberle alejado de este mundo y de sus tentaciones". Pasó sus dos años de prisión escribiendo alfabetos a mano, que vendía en el exterior para ayudar a los pobres.

• Sus condiciones de encarcelamiento, en un calabozo, prácticamente aislado, privado de cuidados y de alimentos, se parecen a las que han soportado otros testigos de Cristo en los tiempos modernos, y sabemos que, sin ayuda milagrosa, conducen a la muerte, a la desesperación o a la locura. Sólo una vida espiritual muy fuerte puede mantenernos en pie.

• En su humildad, signo de su santidad, Grigori nunca mencionó las gracias que había recibido, prefiriendo registrar los hechos antes que explicarlos o hablar de milagros.

• Al darle sólo dos jarras de agua a la semana y dos platos de gachas de avena, sus carceleros esperaban que se desnutriera y muriera. Sin embargo, cuando su amigo, el hijo del primogénito del príncipe Penkov, trató de proporcionarle alimentos suficientes después de que se hubiera librado de la ejecución, el prisionero respondió que no los necesitaba porque "La abundante gracia de Dios es más que suficiente para alimentarle". Esto era cierto, ya que no se marchitó y encontró fuerzas para escribir ayudando a los pobres.

• Si queremos saber cómo resistió a este trato y escapó, sólo menciona el apoyo y la ayuda de la Theotokos, la Madre de Dios, materializada en un pequeño icono de María que pudo conservar en su prisión y que le protegió.

• El relato de su liberación es extraordinariamente sobrio: "Un día vi una gran luz detrás de la puerta de mi calabozo. Recé, la luz aumentó y salí sin más dificultad".

• Este relato despojado recuerda la fuga de San Pedro de la cárcel de Jerusalén, donde esperaba su ejecución. Su sencillez es garantía de autenticidad.