El Escorial (España)
1980-2012
Luz Amparo y las apariciones de El Escorial
El 14 de junio de 1981, en la finca Prado Nuevo de El Escorial (España), Luz Amparo Cuevas, una humilde limpiadora, vio por primera vez la aparición de lo que ella llamó la "Virgen Dolorosa". A lo largo de veinte años, la Virgen y su divino Hijo le transmitirían varios mensajes que Luz transcribiría con sumo cuidado. Jesús también le pidió que soportara las mismas dolorosas heridas que Él padeció durante su Pasión. Luz intentó pasar desapercibida, pero los fenómenos inexplicables se hicieron cada vez más conocidos, suscitando una gran polémica, incluso con violencia física.
Mosaico de la Capilla de peregrinación de Nuestra Señora de los Siete Dolores en Malsch (Wiesloch), Alemania / © CC BY-SA 4.0 / Roman Eisele
Razones para creer:
- Toda la vida de Luz Amparo, privada y pública, da testimonio de su calidad humana, su equilibrio psicológico, su abnegación y la profundidad de su fe.
- Los mensajes que recibía y las innumerables referencias a la teología y la mística superaban con mucho su nivel de conocimientos.
- La aparición regular y la curación repentina de los estigmas no obedecen a ninguna ley de la medicina. Las heridas y su curación son visibles para todos y debidamente controladas por los médicos. Este fenómeno sigue sin explicación.
- El número y la calidad moral de los testigos de los diversos fenómenos sobrenaturales que rodean a Luz (estigmas, bilocaciones, éxtasis) hacen completamente inverosímil la hipótesis de un engaño.
- El lapso de tiempo transcurrido entre el comienzo y el final de las apariciones permite una investigación exhaustiva y seria que confiere aún más credibilidad a los hechos.
- Como siempre ocurre con los fenómenos inexplicables, las autoridades eclesiásticas se mostraron inicialmente cautelosas respecto a Luz Amparo y los mensajes que transmitía. La Iglesia apoyó el discernimiento de las apariciones y acabó autorizando la construcción de una capilla y la celebración mensual de misas en el lugar.
Resumen:
Luz Amparo Cuevas nació en 1931 en el seno de una familia pobre en la pedanía de El Pesebre, en Peñascosa (provincia de Albacete). Su madre murió cuando ella tenía 16 meses, y fue acogida por su abuelo, pastor. Luego pasó de un orfanato a una familia adoptiva, antes de volver con su padre, que vivía con una madrastra que la odiaba, la privaba de comida y cariño, la pegaba y la obligaba a dormir en un armario. Su escolarización estuvo salpicada de ausencias y negligencias. Su educación religiosa no fue mucho mejor.
Cuando era adolescente, se trasladó a Madrid a vivir con su tía Antonia, donde se ganaba la vida limpiando casas: sería su único trabajo. Desde muy joven, la salud de Luz Amparo dejó mucho que desear. Sus escasos recursos no le permitían acudir a buenos hospitales. El 18 de febrero de 1957 se casó con Nicasio Barderas, un hombre devoto cuya frágil salud también le impidió llevar una vida profesional regular. La pareja sobrevivió más de lo que vivió. Sin embargo, Luz fue increíblemente fuerte a la hora de sacar adelante a sus siete hijos, que darían fe de que nunca les faltó de nada. El mayor de los hermanos llegó a ser médico.
A mediados de los años setenta le diagnosticaron un cáncer. A medida que pasaba el tiempo, el pronóstico era cada vez más sombrío. En 1979, el cáncer de Luz era terminal. Fue a Lourdes, donde se curó instantánea y completamente. Algunos creían que había tenido apariciones desde niña. No es cierto.
La primera aparición de la Virgen tuvo lugar en el Santuario de Cortes el 1 de mayo de 1981. Fue seguida de un mensaje en el que se invitaba a rezar el rosario. Esta petición se mantendría constante hasta el final de los fenómenos.
La primera aparición en el Prado Nuevo de El Escorial tuvo lugar el 14 de junio de 1981. Ese día, la Virgen se presentó bajo la advocación de "Nuestra Señora de los Dolores", como haría a partir de entonces todos los primeros sábados de mes. Esta periodicidad de apariciones no es en absoluto excepcional (Lourdes, Fátima y otras también han tenido una alternancia cronológica precisa). Esta primera Mariofanía fue precedida, el 13 de noviembre de 1980, por una locución: cuando se disponía a guardar la ropa que acababa de planchar en casa, Luz Amparo oyó una "voz" que le decía: "Hija mía, ruega por la paz del mundo y por la conversión de los pecadores. El mundo está en grave peligro.Hija mía, no tengas miedo".
Las decenas de mensajes recibidos están todos en perfecta consonancia con la fe de la Iglesia y la tradición judeocristiana. Los mensajes fueron recogidos y transcritos a medida que se producían las apariciones, a petición de su director espiritual. Uno de ellos, de julio de 1987, ha sido criticado por afirmar que María de Nazaret era la "Madre de la divinidad de Jesús". En realidad, se trata sin duda de un error de transcripción, quizá cometido por la propia Luz Amparo, que quería decir que María era en realidad la Madre de Dios (Theotokos), como enseña la Iglesia. El arzobispo Marcos de Ussía Urruticoechea, encargado de las relaciones entre la archidiócesis de Madrid y la vidente, explicó el error.
En la mañana del 15 de noviembre de 1980, Luz vio una cruz en cuyo centro vio a Cristo sufriendo la Pasión. Al mismo tiempo, su frente y sus manos empezaron a sangrar. No entendía lo que le estaba pasando y dijo: "¿Pero qué es esto? - Es mi Pasión. Es una prueba. Debes soportarla [...] Puedes salvar muchas almas con tu dolor", le respondió Jesús. Este fue el comienzo de su estigmatización. Revivió la Pasión de Cristo todos los jueves y siempre permaneció en gran paz, a pesar de su sufrimiento físico.
Todo el cuerpo de Luz Amparo fue examinado por muchos médicos: ninguno de ellos explicó nunca el origen y la evolución de las hemorragias y de las llagas en la piel. En algunas ocasiones, la estigmatización era completa: aparecían heridas y sangre en las palmas de las manos y en los pies (clavos de la crucifixión), en los ojos, en la boca, en un hombro (por llevar la cruz), en la espalda (flagelación), en el costado (golpe de la lanza del centurión romano), en las rodillas (caídas durante el Vía Crucis). A veces, Luz sufría en estos distintos lugares sin que apareciera la menor herida, pero el grado de dolor que sentía era equivalente. Cuando la hemorragia cesa, no deja marcas en la piel, y las heridas curiosamente no requieren atención médica: una constante en los casos de estigmas auténticos.
Además, se registraron siete bilocaciones. Una de ellas fue atestiguada por el padre Alfonso María López Sendín, su confesor. También hay que mencionar otras manifestaciones, presenciadas por personas totalmente ajenas a la familia o simpatizantes de Luz Amparo: levitación, uso de una lengua desconocida para ella (y con razón: Sólo habla español, y no sin errores gramaticales), comuniones "místicas", perfumes maravillosos y duraderos... Se han producido curaciones inexplicables cada vez que la clarividente ha aceptado asumir sobre sí la patología o patologías de otros. La constancia con la que oculta estas manifestaciones revela su gran humildad.
El gran número de fenómenos relatados, su perfecta coherencia con los anales de la mística y la calidad moral de muchos de los testigos pesan en favor de la veracidad de los hechos.
Su obediencia al clero fue total: el 12 de abril de 1985, Mons. Ángel Suquía Goicoechea, cardenal arzobispo de Madrid, le ordenó que dejara de ir al Prado Nuevo (donde iba demasiada gente). Ella obedeció inmediatamente. El mismo prelado emitió un documento en el que afirmaba que aún no se había establecido el carácter sobrenatural de las apariciones: ella aceptó esta decisión sin impugnarla nunca ni expresar ninguna opinión personal.
Las pruebas de Luz Amparo no terminaron ahí. Hasta 1994, los terrenos en los que tuvieron lugar las apariciones pertenecían al municipio de El Escorial. Políticos, anticlericales y detractores de cualquier manifestación pública de piedad se ensañaron con ella, llamándola loca, subversiva... A pesar de ello, permaneció en paz, sin tomar nunca represalias y asegurando siempre a sus detractores que rezaba por ellos.
El 26 de mayo de 1983, tres individuos encapuchados (dos hombres y una mujer) la agredieron violentamente mientras estaba sola rezando en el Prado Nuevo. Tras golpearla, le exigieron que confesara el engaño que había organizado. Ella se niega. La amenazan con violarla y después con matarla colgándola de un árbol. Ella grita: "Dios mío, Dios mío, ¿también vas a permitir eso?". En ese momento, los tres agresores huyeron, tras oír lo que sonó como una "piedra cayendo al suelo". En su lecho de hospital, perdonó a sus torturadores, añadiendo que estaba dispuesta a morir por ellos si eso salvaba sus almas: estas palabras fueron oídas por el personal de enfermería.
Inicialmente circunspectas, las autoridades eclesiásticas acabaron por apoyar y discernir el fenómeno hasta el último mensaje de mayo de 2002. Es este largo período de tiempo (varios años) entre el comienzo y el final de las apariciones lo que atestigua la seriedad de las investigaciones y da credibilidad a estos hechos.
No fue hasta el 14 de junio de 1994 cuando la Archidiócesis de Madrid aprobó la Asociación de Fieles Reparadores fundada por Luz Amparo (reconocimiento de las tres "ramas" de este movimiento). El 12 de julio siguiente, el padre José Arranz, canónigo, fue nombrado capellán de la Asociación. No fue hasta el 1 de febrero de 2009 cuando monseñor Antonio María Rouco Varela, sucesor de monseñor Ángel Suquía, autorizó la celebración de misas con peregrinos todos los primeros sábados de mes. Finalmente, el 30 de abril de 2012, este prelado autorizó la construcción de una capilla en Prado Nuevo. Esta había sido solicitada por la aparición del 14 de junio de 1981.