San Lupo, el obispo que hizo retroceder a Atila
Muy joven, Lupo renuncia a todas sus riquezas para abrazar la vida monástica. Los habitantes de Troyes, que acababan de perder a su pastor, le eligieron obispo de la ciudad contra su voluntad. Con San Germán de Auxerre, predicó en Gran Bretaña contra la herejía pelagiana. De vuelta a la Galia, defendió su ciudad contra las tropas de Atila y, ofreciéndose voluntariamente como rehén, consiguió escoltar al "azote de Dios" de vuelta al Rin. Esta hazaña, junto con los numerosos milagros que acompañaron su vida, le granjearon rápidamente fama de santidad.
San Lupo salvando la ciudad de Troyes de los hunos de Atila en 451, iglesia Saint-Pierre Saint-Paul, Épernay / CC BY-SA 3.0/G. Garitan
Razones para creer:
- Fuentes históricas fiables atestiguan la vida de San Lupo, entre ellas una carta escrita por él en 454. El gran Sidonio Apolinario, contemporáneo suyo, también lo menciona en varias cartas. Asimismo, los historiadores consideran que la Vita Lupi, su hagiografía, fue escrita poco después de su muerte (entre 511 y 731). Por último, la Vita Germani (vida de su amigo San Germán), escrita treinta años después de su muerte, relata numerosas hazañas de San Lupo.
- Se enfrentó a Atila y salvó la ciudad de Troyes: su inteligencia y piedad sacudieron al caudillo, famoso por su ferocidad y rapacidad, que dio marcha atrás y abandonó la Galia.
- Conoció a otras grandes y santas figuras de su siglo: Germán de Auxerre, Genoveva de Nanterre y, con ellos, continuó la evangelización de la Galia.
- De este modo, encarnó el nuevo poder político al desmoronarse el Imperio Romano y contribuyó a transferir la responsabilidad del mismo a los reyes francos.
- Los milagros que se le atribuyen son numerosos, tanto durante como después de su vida terrenal: hizo liberar a unos rehenes enviando una simple carta a un jefe bárbaro; resucitó al hijo de Germánico, un gran señor; exorcizó a una joven y la liberó de su mudez; curó a un paralítico y salvó a un esclavo -que se había refugiado en su tumba- del brazo de su amo.
Resumen:
Nacido en el seno de una familia noble galo-romana, Lupo (Loup o Leu) nació cuando el siglo IV tocaba a su fin. El siglo que estaba a punto de comenzar sería terrible y marcaría el fin del Imperio Romano de Occidente. Lupo sería uno de esos raros grandes hombres que se alzarían en medio de esta tragedia sin precedentes, permitiendo el establecimiento de un nuevo poder cristiano en una Galia recién independizada, que pronto sería conocida como Francia.
Mientras tanto, tras estudiar retórica y latín para convertirse en abogado, Lupo, hijo de Epiroque, de la tribu de Leuques (cerca de Toul), se casó con la prima de San Hilario de Arlés, Piméniole. Pero tras siete años juntos, la pareja decidió consagrar su vida a Dios y cada uno abrazó la vida monástica. Lupo ingresó en la abadía de la isla de Lérins, fundada por san Honorato de Arlés, pariente cercano de Hilario, una comunidad famosa por su régimen ascético y el primer monasterio de Occidente. Pero en 426, cuando viajaba a Mâcon para vender una de sus últimas posesiones, Lupo fue "secuestrado" por los habitantes de Troyes, que lo eligieron obispo contra su voluntad. Su fama de santidad ya le precedía.
Unos años más tarde, un concilio le designó, junto con su vecino San Germán de Auxerre, para ir a predicar contra la herejía pelagiana que se desarrollaba en Gran Bretaña. En su camino, a su paso por Nanterre, ambos conocieron a la futura Santa Genoveva, que entonces sólo tenía diez años, pero cuyo futuro destino ya podían prever. Al otro lado del Canal de la Mancha, los dos obispos hicieron maravillas, confundiendo a los herejes y ayudando a rechazar una invasión sajona. Una vez cumplida su tarea, Lupo regresó a su diócesis donde -aún no lo sabía- le aguardaba un peligro mucho mayor. Atila había penetrado en la Galia, donde asolaba Reims, Cambrai, Metz y Auxerre. Derrotado en los Campos Cataláunicos, cerca de Châlons, por Aecio y una confederación de pueblos germánicos, el jefe bárbaro aún no había terminado de hacer estragos: se dirigía a Troyes, cuyas murallas estaban en ruinas y eran incapaces de defender a sus habitantes. Lupo envió dos emisarios a Atila, que no dudó en masacrar a uno de ellos (San Mesmín, mártir) y herir gravemente al otro (Cameliano, futuro sucesor de Lupo como rey de Troyes).
A pesar de ello y sólo con el valor que le daba su fe, el mismo Lupo fue a ver a Atila, y se dice que fue durante esta discusión cuando este se dio a sí mismo el escalofriante título de "azote de Dios". El obispo estuvo de acuerdo, pero le advirtió que no abusara de su poder. Convencido, el líder huno perdonó la vida a Troyes y aceptó retirarse al Rin si Lupo le acompañaba como rehén. Se dice que le habría gustado que el obispo le siguiera más lejos, y que se encomendó a sus oraciones. En cualquier caso, este rescate milagroso hizo a Lupo aún más famoso en toda la Galia. Acabó su vida en su sede episcopal, querido y admirado por su pueblo. Poco después de su muerte, fue elevado a los altares. Sus restos fueron depositados en la abadía de Saint-Loup, en Troyes, que él mismo había fundado.
En la ciudad de Troyes, que siempre le ha dedicado una gran devoción, la gloria de San Lupo ha perdurado a lo largo de los siglos. Prueba de ello es la asombrosa fiesta de la "carne salada", que se celebraba cada año entre los siglos XVI y XVIII, durante las Rogaciones, y en la que se paseaba por la ciudad la efigie de un dragón de bronce -el dragón que supuestamente había vencido San Lupo-, cuyos restos se salaban para conservarlos.
San Lupo fue uno de los grandes obispos que mantuvieron el orden en la Galia en una época en la que todo se desmoronaba, que protegieron a su pueblo y completaron la cristianización del país.
Jacques de Guillebon es ensayista y periodista. Colabora con la revista católica La Nef.
Más allá de las razones para creer:
Lupo es uno de los grandes santos que construyeron Francia.
Ir más lejos:
François Morlot, La vie des saints et saintes de l'Aube. Dix-huit siècles d'histoire, Troyes, Éditions Fates, 1998.