San Benito, patriarca del monacato occidental
San Benito de Nursia, que pronto se dio a conocer como taumaturgo, eligió un retiro de montaña en Subiaco para llevar vida de ermitaño. Su fama de santidad era tal que allí se le unieron casi 150 hombres que querían aprender de él. Escribió una regla que, tras su muerte, se convirtió en texto fundacional de la vida monástica en toda Europa. La vida y la obra de San Benito, venerado tanto por católicos como por ortodoxos, representan un punto de inflexión en la historia del cristianismo.
San Benito entregando su Regla a San Mauro y otros monjes de su orden, Francia, monasterio de Saint-Gilles, Nîmes, 1129 / © CC0/wikimedia
Razones para creer:
- La influencia póstuma, total y mundial de San Benito, patriarca de los monjes de Occidente, contrasta inexplicablemente con la modestia de sus medios naturales y sus aspiraciones eremíticas.
- El Papa Gregorio Magno relató la vida y milagros de San Benito en el Libro II de los Diálogos. La obra fue escrita en 592, apenas cincuenta años después de la muerte del santo, cuando aún vivían muchas personas que lo habían conocido. Dice de San Benito: "El hombre de Dios que brilló en esta tierra por tantos milagros, no brilló menos por la elocuencia con que supo exponer su doctrina". (Diálogos, libro II, cap. 36).
- La Regla de San Benito, sin ser el primero ni el último texto de este tipo, dominó el mundo monástico desde el siglo IX hasta nuestros días. Su espiritualidad dio origen a las más grandes familias religiosas de la historia europea: Cluny (1.500 monasterios hacia 1100, 840 en la actualidad) y Cîteaux (más de 200 monasterios en la actualidad).
- Desde la época de San Benito en adelante, los monjes desempeñaron un papel absolutamente decisivo en Europa en todos los campos durante más de mil años: religión, filosofía, arte, música, literatura, economía, arquitectura, medicina, ciencia, filología, etc.
- Los monasterios inspirados por San Benito se convirtieron en la punta de lanza de la Iglesia y en la fuente de numerosos beatos, santos, papas, obispos y doctores de la Iglesia.
- Los benedictinos también han desempeñado un papel pionero durante más de 800 años, y son responsables de algunas de las mayores bibliotecas que ha conocido la humanidad. En particular, los monasterios benedictinos nos han transmitido gran parte de nuestros conocimientos sobre la antigüedad grecorromana.
Resumen:
Nacido en el seno de una familia cristiana a finales del siglo V en la antigua ciudad de Nursia (actual Norcia), a unos 100 kilómetros al noreste de Roma (Lacio, Italia), Benito fue enviado a Roma para estudiar Derecho. El joven estudiante se sentía profundamente incómodo con su entorno, y pronto planeó dejarlo todo para "complacer sólo a Dios".
Tras caminar ochenta kilómetros por la campiña romana, llegó a la aldea de Enfide (actual Affile). Allí realizó su primer milagro: la reparación inexplicable de un objeto roto. Este prodigio atrajo la atención de muchas personas, que pronto lo consideraron un taumaturgo, un mago. Pero para el joven, esto no era lo principal: creía que se podía servir a Dios en las tareas cotidianas, y se retiró por segunda vez lejos de los hombres.
Llegó a Subiaco, un lugar aislado en las montañas. Allí, sin embargo, conoció a Romain, un ermitaño asceta, que le ayudó a instalarse en una gruta cercana, que más tarde se conocería como el Sacro Speco (la Gruta Santa). Fue el primer discípulo del santo. Los dos buscadores de Dios permanecieron juntos durante tres años, organizando sus días y sus noches de forma contemplativa. Oración, lectura de la Biblia y búsqueda de alimento: éste fue el primer esquema del horario benedictino.
A Benito se le unieron hombres deseosos de escucharle. Con el paso de los meses, nuevos adeptos se unieron al grupo y pronto eran casi 150 los monjes que compartían la vida del santo. Este fue el comienzo de la organización de los monasterios benedictinos. Benito dividió a los monjes en 12 comunidades autónomas, cada una formada por 12 monjes. Acababa de fundar "escuelas para el servicio del Señor", como siguen siendo hoy las abadías benedictinas. La regla que redactó explicaba que el cargo de abad (del arameo abbas, "padre") que ocupaba era similar al de Jesús entre los apóstoles.
Multiplicando los milagros y disfrutando de un éxito increíble, la reputación de la comunidad se extendió mucho más allá de la región de Subiaco. Para garantizar a sus monjes paz y tranquilidad, Benito trasladó la comunidad a Monte Cassino, a ciento veinte kilómetros al sur de Roma, en el emplazamiento de un templo pagano dedicado a Apolo, que sustituyó por edificios y un pequeño oratorio dedicado a San Martín de Tours. La abadía de Mont Cassino se convertiría en el faro del monacato europeo, no en vida de Benito, sino a partir de la dinastía carolingia. Carlomagno uniformó la vida monástica en todo su imperio imponiendo la Regla de San Benito como único texto normativo vigente en los monasterios.
¿Cómo explicar el extraordinario éxito mundial de esta pequeña regla escrita en el siglo VI? En primer lugar, no se trata tanto de un texto normativo como de un tratado espiritual. El problema de Benito era muy simple: organizar la vida para servir a Cristo de la mejor manera posible. Para ello, no inventó una nueva fórmula, sino que tomó como ejemplo absoluto la comunidad de los apóstoles de Jerusalén que, en su mente, seguía siendo el modelo insuperable para cualquier grupo religioso. Además, no creó un nuevo género literario; al contrario, quiso integrar y sintetizar las aportaciones de los padres del monacato que le habían precedido (orientales y latinos): San Agustín, San Martín, San Basilio el Grande, Juan Casiano... Como escribió el Papa Gregorio Magno, Benito estaba "lleno del espíritu de todos los justos".
La regla benedictina es, pues, una enseñanza tradicional destinada a transmitir la sabiduría basada en la vida de Jesús y en el monacato que existe desde el siglo II (palestino, egipcio y bizantino), bajo la guía del Espíritu Santo. Así pues, la vida contemplativa no es algo que haya que inventar, sino algo que hay que redescubrir actualizando concretamente los tiempos apostólicos. La única regla es el Evangelio. La regla subordina todo a la búsqueda de Dios, mediante la obediencia, la pobreza, la humildad, el trabajo de los monjes...
Los milagros realizados por San Benito tenían también por objeto acercarnos a Dios: disipó una alucinación diabólica que los monjes habían confundido con un incendio, curó a un joven hermano que había sido aplastado bajo un desprendimiento de rocas... (capítulo XI). Del mismo modo, el santo adivinó cosas ocultas y lejanas, no por vana curiosidad, sino siempre para aumentar la fe de sus hermanos: se encontró con uno de ellos que había descuidado el voto de castidad y no se había confesado, con otro que había robado dinero, o con otro que no se había confesado sinceramente...
Profetizó al gobernante ostrogodo Totila (capítulo XV) la duración de su reinado, predijo la destrucción de Monte Cassino en 589 por los lombardos, e incluso el día de su propia muerte (capítulo XXXVII) Seis días antes de su muerte, pidió a sus hermanos que abrieran la tumba donde sería enterrado. Cuando llegó el día, el 21 de marzo de 547, dos monjes tuvieron la visión de un camino de luz que conducía desde la celda del santo hasta el cielo. Unas semanas antes, el 10 de febrero, su hermana, Santa Escolástica, le había precedido en la muerte. Ese día, el patriarca de los monjes vio su alma ascender al cielo en forma de paloma (capítulo XXXIV).
Monumento cultural, la regla es un modelo de equilibrio humano, que hace del ascetismo no un fin en sí mismo, sino una herramienta espiritual. Se extendió por toda la Galia entre 575 y 580 y, en 663, el Concilio de Autun ordenó que en adelante fuera la única legislación monástica. A principios del siglo VIII, ya se habían establecido prestigiosas abadías benedictinas en Francia y Alemania. A partir del reinado de Pepino el Breve, la regla se estableció definitivamente en toda Europa.
El humilde Benito se convirtió en el patriarca de los monjes de Occidente. Los grandes evangelizadores de la época se inspiraron en su espiritualidad. En 813, el Concilio de Maguncia estableció su Regla como documento oficial del Imperio carolingio. Entre 768 y 855, se construyeron 471 monasterios benedictinos en toda Europa. Fue el comienzo de un éxito único e histórico.
Más allá de las razones para creer:
Es estrictamente imposible comprender plenamente la cultura cristiana sin tener en cuenta el increíble legado de los hijos de San Benito.
Ir más lejos:
Regla de San Benito (escrita hacia 530), múltiples ediciones (incluida la traducción de Lucien Regnault, con motivo de la celebración del XV centenario), Solesmes, 1980. Otra versión también está disponible en línea.