Resumen:
El 16 de octubre de 1978, el cardenal polaco Karol Józef Wojtyła fue elegido Papa, a la edad de 58 años, para suceder a Juan Pablo I, quien acababa de fallecer en circunstancias sospechosas tras sólo treinta y tres días en el cargo. Esta elección fue una gran sorpresa: Wojtyla se convirtió en el primer Papa polaco de la historia y el primero no italiano en 456 años. Además, estábamos en plena Guerra Fría y el cardenal Wojtyła -entonces arzobispo de Cracovia- provenía de un país del bloque del Este. Era conocido por denunciar las mentiras del comunismo y por su apoyo a los cristianos perseguidos. Adoptó el nombre de Juan Pablo II.
El 13 de mayo de 1981, recorría la plaza de San Pedro en el Vaticano, en la parte trasera de un Jeep blanco abierto, entre los 20.000 fieles reunidos para la audiencia general de los miércoles, bendiciendo a la gente y cogiendo en brazos a los niños. A las 17.19, justo cuando devolvía una niña a sus padres, le dispararon tres tiros. Dos balas le atravesaron el abdomen e hirieron su mano izquierda y su brazo derecho. El Papa se desplomó. También resultaron gravemente heridos dos peregrinos extranjeros . Una monja consiguió agarrar del brazo a uno de los pistoleros, que fue derribado e inmovilizado por la policía, mientras que el otro logró escapar. La conmoción se apoderó de los peregrinos y pronto del mundo entero. La noticia se difundió rápidamente por todo el mundo acaparando todos los titulares. Benedetto Nardacci, periodista de Radio Vaticano, comentó en directo: "Por primera vez se habla de terrorismo también en el Vaticano. Se habla de terrorismo en una ciudad de la que siempre han salido mensajes de amor, concordia y paz".
Las oraciones a favor del Santo Padre se multiplicaron. Los guardaespaldas llevaron al Papa rápidamente a la entrada del centro médico y lo tendieron en el suelo, a la espera de una ambulancia que lo trasladara al hospital Gemelli. Durante la espera, Juan Pablo II no se quejó, sino que murmuró una oración en polaco: "Virgen mía, ayúdame, no me abandones". La bolsa de sangre de urgencia que tenían preparada no era la adecuada, y la sirena de la ambulancia se estropeó durante el camino. El Papa perdió el conocimiento en la ambulancia y su estado empeoró. Recibió la extremaunción, e incluso una emisora de radio italiana llegó a anunciar su fallecimiento.
Sin embargo, los cirujanos lograron operarle con éxito a las 8 de la tarde. Cuatro días después, una vez recuperado, el Papa celebró misa desde la cama del hospital y prometió perdón a su agresor, a quien llamó "el hermano que me hirió". El agresor fue identificado como Mehmet Ali Ağca, un turco de 23 años que pertenecía a los "Lobos Grises", un grupo ultranacionalista y mafioso. También era un miembro importante de la célula turca "stay-behind", que formaba parte de las redes clandestinas coordinadas por la OTAN durante la Guerra Fría. Llegó a Roma con un nombre falso la víspera del atentado. Pero no actuó solo: le acompañaba un amigo de la infancia y cómplice, Oral Çelik, equipado con una granada ofensiva (destinada a distraer) y una pistola. Ağca disparó dos balas, mientras que Çelik disparó una, que no alcanzó a nadie.
Ağca ya era conocido por haber asesinado dos años antes, en Turquía, a Abdi İpekçi, director del diario Milliyet. Encarcelado por este crimen, logró escapar el 25 de noviembre de 1979 con la ayuda de miembros encubiertos de los Lobos Grises, entre ellos Oral Çelik. En una carta enviada entonces afirmó que el único motivo de su fuga era matar al Papa si visitaba Turquía, tal y como estaba previsto. Sin embargo, el Papa visitó Turquía sano y salvo en diciembre de 1979. Durante su huida, Ağca pasó por Irán, Bulgaria, Alemania, Suiza, Italia y Túnez.
Se sugirió la participación de una pista búlgara, promovida por los comunistas, como explicación del atentado, en particular por Ağca en un libro, pero esto nunca se ha confirmado. Es importante destacar que Ağca cambió muchas veces su versión de los hechos. También se sospechó de la mafia italiana y de los islamistas.
Tras su convalecencia, Juan Pablo II, fiel a su línea de "No tengáis miedo", continuó su labor en favor de la paz. Y Dios, que sabe sacar un bien mayor del mal, permitió que esta tragedia tuviera una serie de repercusiones positivas.
Perdón y conversión
El 27 de diciembre de 1983, Juan Pablo II visitó a su agresor en la cárcel de Rebibbia, en Roma, y, una vez más, volvió a perdonarle. Durante este encuentro, el Papa expresó: "Nos hemos encontrado como hombres y como hermanos, porque todos somos hermanos, y todos los acontecimientos de nuestra vida deben confirmar esta fraternidad que proviene del hecho de que Dios es nuestro Padre". El Papa salvar la vida de aquel que había intentado quitársela. Hasta su muerte, en 2005, mantuvo el contacto con Ağca y con su familia, llegando incluso a conocer a su madre y a su hermano.
Mehmet Ali Ağca fue puesto en libertad en 2000, pero las autoridades turcas lo volvieron a encarcelar hasta enero de 2010, por el asesinato de Abdi İpekçi. Posteriormente, Ağca declaró haberse convertido al catolicismo romano el 13 de mayo de 2007, retractándose de su fe musulmana. Atribuyó esta conversión a su encuentro con el Papa que le había impulsado a leer atentamente los Evangelios. En 2014, treinta y tres años después del atentado de la Plaza de San Pedro, fue a depositar flores en la tumba del Papa que le había perdonado.
Una anécdota curiosa: la víspera de perpetrar su atentado, Mehmet Ali Ağca fue a un cine de Via Cicerone con una camarera que había conocido en su hotel, y juntos eligieron ver la película "Jesús de Nazaret", dirigida por Franco Zeffirelli en 1977.
Por otro lado, Oral Çelik fue detenido en Francia el 14 de noviembre de 1986 por tráfico de drogas bajo el nombre falso de Bedri Ateş. Según nuestras informaciones, fue absuelto por falta de pruebas. Posteriormente se dedicó a la política y a los negocios en Turquía, llegando a ser presidente del equipo de fútbol Malatyaspor.
El vínculo con Nuestra Señora de Fátima
Como sabemos, la Virgen María ocupaba un lugar especial en la vida de Juan Pablo II, como recuerda su lema pontificio: Totus tuus ego sum, Maria ("Soy todo tuyo, María"). Llevaba el escapulario del Carmelo desde los diez años, considerándolo un símbolo de "la protección continua de la Virgen María en esta vida y en el paso a la plenitud de la gloria eterna". Durante su delicada operación de urgencia insistió en que los cirujanos no se lo quitaran.
El Papa atribuyó su supervivencia a la Virgen María, manifestando: "En el mismo momento en que caía en la Plaza de San Pedro, tuve la viva premonición de que me salvaría [... ]; una mano disparó y otra guió la bala". Los cirujanos que operaron al Papa aseguran que la bala de 9 milímetros se desvió de tal forma que rozó la aorta unos milímetros y no alcanzó ningún órgano vital.
Sesenta y cuatro años antes, el 13 de mayo de 1917, la Virgen María se apareció por primera vez a tres pastorcitos portugueses, Jacinta, Francisco y Lucía, en Fátima (Portugal). El Papa es plenamente consciente de ello y nada más despertarse en el hospital, solicitó a su secretario particular, el cardenal Stanisław Dziwisz, que le trajera documentos sobre estas apariciones. Entre otras cosas, la Virgen hacía referencia a la consagración de Rusia a su Corazón Inmaculado. En efecto, durante la tercera aparición, el 13 de julio de 1917, la Virgen hizo una petición que Lucía relató así: "Cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que Dios os da, de que va a castigar al mundo por sus crímenes mediante la guerra, el hambre y la persecución contra la Iglesia y el Santo Padre. Para evitar esta guerra, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado y la Comunión Reparadora de los Primeros Sábados. Si mis peticiones son aceptadas, Rusia se convertirá y tendremos paz; si no, extenderá sus errores por el mundo, provocando guerras y persecuciones contra la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir y varias naciones serán destruidas. Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y se concederá al mundo un cierto período de paz". Esta petición se repitió en otra aparición a Lucía, el 13 de junio de 1929.
El 7 de octubre de 1981, Juan Pablo II confió a los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro: "¿Cómo podría olvidar que el acontecimiento tuvo lugar en el día y a la hora en que, desde hace más de sesenta años, se conmemora en Fátima, Portugal, la primera aparición de la Madre de Cristo a los pobres campesinos? Porque, verdaderamente, en aquel día, sentí en todo lo que sucedía esa extraordinaria protección materna que se mostró más fuerte que el proyectil de la muerte".
Desde el momento del atentado hasta su muerte, Juan Pablo II celebró una Misa de acción de gracias a la Virgen María en su capilla privada cada 13 de mayo a las 17 horas. El 13 de mayo de 1982, en presencia de un millón de fieles, se dirigió a Fátima para dar gracias a la Virgen por haberle protegido. También expresó su intención de consagrar el mundo y Rusia al Corazón Inmaculado de María. En 1981, 1982 y 1983, renovó la primera consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María, hecha por el Papa Pío XII en 1942. Después la renovó, aún más solemnemente, en presencia de todos los obispos del mundo reunidos en el Vaticano el 25 de marzo de 1984, fiesta de la Anunciación. La bala que le alcanzó se incrustó en la corona de la estatua original de Nuestra Señora de Fátima, entre el tallo y la cruz.
Pocos años después de la caída del Muro de Berlín, Juan Pablo II dijo a los cardenales el 13 de junio de 1994: "Personalmente, he llegado a comprender el mensaje de Nuestra Señora de Fátima de una manera muy especial. El 13de mayo de 1981, en el momento del atentado contra la vida del Papa, y de nuevo hacia finales de losaños ochenta, en el momento de la caída del comunismo en los países del bloque soviético".
Como María había prometido, al final, su "Corazón Inmaculado triunfará".