Rosa Venerini o la perfecta voluntad de Dios

Desde muy joven, Rosa Venerini se sintió llamada a servir a Dios en la vida religiosa, pero le costó encontrar una congregación acorde con su vocación. Justo cuando estaba, sin alegría, a punto de resignarse a unirse a su tía en la comunidad dominica de su ciudad natal, Viterbo, la muerte de su padre y la mala salud de su madre y su hermano la obligaron a abandonar el convento. Aceptó lo que le pareció voluntad divina y se dedicó a cuidar de sus familiares enfermos. Luego esperó, paciente y confiada, a que Dios le mostrara lo que quería de ella. La revelación de su especial vocación y su puesta en práctica estuvieron plagadas de escollos y contratiempos, pero Rosa nunca dudó ni temió, en perfecto abandono a la buena voluntad del Cielo, al que regresó el 7 de mayo de 1728 tras cumplir su misión aquí en la tierra.

Razones para creer:

• Dotada de gran inteligencia y sed de conocimiento, Rosa recibió una muy buena educación, lo que la convirtió en un caso singular entre las mujeres de la Italia del siglo XVII.

• La elección de la vida consagrada no debió darse por descontada, ni inspirar su gusto. Sin embargo, lo hizo a una edad muy temprana, y nunca vaciló en ello, a pesar de muchas pruebas y dificultades, demostrando que su elección había sido inspirada desde lo alto.

• Tenía siete años cuando juró en secreto consagrarse a Dios. Este compromiso infantil puede considerarse nulo por causas ajenas a su voluntad. De hecho, cuando llegó a la adolescencia, se mostró extremadamente reacia a entrar en religión. Pero Rosa optó por permanecer fiel, costara lo que costara. Estaba profundamente convencida de que cumplía la voluntad de Dios y, a pesar de su corta edad, eso era ya lo único que le importaba.

• En 1676, decidió unirse a una de sus tías en el convento dominico de Santa Caterina, en Viterbo. Pronto se dio cuenta de que esa espiritualidad y ese modo de vida no eran para ella, pero tuvo la inteligencia de convertir esa experiencia en un tiempo de aprendizaje con vistas a otro futuro, que aún no podía vislumbrar. Que la decepción de no encontrar en el claustro lo que esperaba no la llevara a renunciar a la vida religiosa es una prueba más de la solidez de una vocación verdaderamente dictada por Dios, y no por capricho personal.

• A principios de la década de 1680, una serie de dificultades familiares la obligaron a abandonar Santa Caterina. Sin embargo, aunque Rosa se dedicó exclusivamente a sus allegados, seguía firmemente convencida de que Dios le daría una señal tarde o temprano, y le confió enteramente su futuro.

• De este modo, desarrolló lo que sería su camino místico personal, lo que la Iglesia llama "santo abandono". - La renuncia total a la propia voluntad y la confianza absoluta en la Providencia.

• Más tarde diría: "Estoy tan inmersa en la voluntad divina que ni la vida ni la muerte me importan. Quiero vivir cuando Dios quiera y servirle como a Él le plazca. No quiero nada más que eso". Este programa de renuncia y vaciamiento de sí misma es uno de los más difíciles de poner en práctica y demuestra, aunque no vaya acompañado de ningún fenómeno extraordinario, la profundísima unión de Rosa con Dios.

• Para mantenerse ocupada, ya que todavía no recibía ninguna señal de que estaba en el buen camino, Rosa tomó la iniciativa de reunir todos los días a las mujeres del lugar y a sus hijos para rezar juntos el rosario y darles un curso de instrucción religiosa. Se dio cuenta de que ése era su camino: fundar escuelas públicas cristianas gratuitas para niñas y educarlas para, a través de ellas, reformar la sociedad. Así demostró su capacidad para interpretar las señales que Dios le enviaba y obedecerlas.

• Con el apoyo de su obispo, Rosa abrió la primera escuela pública para niñas fundada en Italia. En poco tiempo, se enemista no sólo con la alta sociedad, que la critica por privarles de sirvientas y prostitutas, sino también con el clero, que no tolera que una laica compita con ellos en la educación y la catequesis. Los obstáculos eran tales que cualquier otra persona se habría rendido, desanimada. Rosa resistió, segura de estar haciendo la voluntad de Dios.

• En 1706, Rosa pensó que había llegado el momento de trasladarse a Roma con sus maestros. Pero lo que debería haber sido el punto culminante de la obra de su vida terminó en un amargo fracaso, convirtiéndola en el hazmerreír de la ciudad y, al verse amenazada por el ridículo, debería haberla llevado a renunciar, si no a toda su obra, al menos a este proyecto. Siempre fiel a su política de abandonarse a Dios, Rosa persistió, y la fundación fue finalmente coronada por el éxito.

• El misterio de este improbable éxito residía enteramente en la vida de oración de Rosa, empapada diariamente por la oración y la Eucaristía.

• Cuando murió en Roma el 7 de mayo de 1728, dejaba tras de sí más de cuarenta escuelas en Italia. Sus hijas se extendieron por todo el mundo, al compás de la emigración italiana de los siglos XIX y XX.

• Rosa Venerini fue canonizada por Juan Pablo II en 2006. Con ello, la Iglesia reconoció oficialmente la validez de este camino tan especial de perfecto abandono a la voluntad de Dios.