Turín (Italia, Piamonte)
12 de abril de 1997
El milagroso rescate de la Sábana Santa de Turín
El 12 de abril de 1997, un incendio arrasó la catedral de Turín, donde se conserva la famosa Sábana Santa. Las llamas amenazaban el relicario, que estaba protegido por una armadura de ocho centímetros y contenía el trozo de tela, cuando Mario, un bombero incrédulo, fue conmovido por una "voz" a acudir al rescate del preciado objeto, y consiguió salvar la Sábana Santa utilizando un simple mazo, algo que todos los expertos coincidían en que era físicamente imposible.
Duomo de la capilla Guarini, donde se guarda la Sábana Santa, en la Catedral de San Juan Bautista de Turín / © CC0, Daniele Bottallo.
Razones para creer:
La llegada de Mario, un agnóstico, al lugar del incendio no deja de ser sorprendente: no está de servicio y no se da cuenta de que la catedral está ardiendo hasta que, por casualidad, ve salir llamas por su ventana. Además, cree que la Sábana Santa es una burda falsificación. Mario telefonea a sus colegas, no porque tema perder la Sábana Santa, sino porque, gracias a su formación como arquitecto, conoce el valor artístico de la capilla Guarini de la catedral, donde se encuentra en ese momento la Sábana Santa.
Mario entró en la capilla a pesar del violento incendio. Resulta cuando menos extraño que un joven padre de familia arriesgue su vida y supere su miedo para salvar un objeto que sospecha que es falso.
Por primera vez en su vida, Mario se ve confrontado a un fenómeno inexplicable, nada más llegar al lugar de la tragedia: una "voz" le da una orden muy clara, pero sin enajenarlo ni desestabilizarle lo más mínimo. Se trata de una locución interior, muy extendida en los anales de la mística, que nada tiene que ver con una alucinación auditiva. Concisa, breve, clara, positiva (no "juzga" ni exige ninguna acción descabellada), sin origen espacial detectable, conseguirá lo que anuncia: salvar la Sábana Santa a pesar de los peligros reales.
La voz misteriosa es una realidad que actúa sobre Mario como un detonante, y permanece grabada en su memoria desde entonces, mientras que las alucinaciones vocales suelen evaporarse a corto plazo.
Mario oye la voz que le explica que va a necesitar un "martillo" para abrir el relicario, que está protegido por un escudo de cristal de ocho centímetros de grosor. Esto es inexplicable: el bombero no sabe nada del relicario ni de su protección. Sin embargo, la voz le llegó antes de que entrara en la capilla de las reliquias, lo que descarta definitivamente la hipótesis de la autosugestión o la ilusión.
Mario fue incapaz de oír una voz "natural". El ruido provocado por una conversación entre dos personas separadas tres o cuatro metros se estima en 60 decibelios; esta cifra puede elevarse a 69 o 70 decibelios si los sujetos se alejan o elevan la voz. Así pues, para que Mario confundiera la voz de Jesús con la de un colega, las palabras de este último tendrían que haber tapado el espantoso estruendo del incendio (entre 80 y 100 decibelios) y, sobre todo, este colega tendría que haber estado realmente al lado de Mario en la capilla. Ninguna de estas dos condiciones se cumplía: Mario se encontró solo delante del relicario.
A pesar de su conocimiento (literario) del lugar, Mario se encuentra en un edificio transformado en un horno, sin más luz que la de su linterna frontal; bloques de piedra y escombros ardiendo ensucian el suelo. A pesar de estas condiciones, confía en poder "moverse muy rápido" sin pensar en su ruta, su cuerpo se vuelve anormalmente "ligero"; Sus pies yano "tocan el suelo".
Mario menciona otro hecho incomprensible: la caja que contenía la Sábana Santa, que llevó en brazos durante todo el trayecto de salida de la catedral, no pesaba "casi nada".
Aparte de algunas heridas sin importancia, Mario salió de la catedral sin ningún rasguño ni quemadura: este fenómeno también es inexplicable, a pesar del equipo de protección que llevaba ese día. De hecho, su estancia en el edificio en llamas duró unos quince minutos.
Cuando descubrió el relicario, se dio cuenta de que la "voz" tenía razón: no podría salvar la Sábana Santa sin atravesar el grueso blindaje. Justo en ese momento, vio a un bombero en la penumbra intentando abrirse paso entre los escombros con un mazo. Este compañero le entrega la herramienta y se dirige sin demora hacia la salida.
Mario golpea el mazo con todas sus fuerzas, quizá cien veces, sin resultado. Por tercera vez, la voz grita: "¡Golpea de lado!"Al primer golpe en el lateral del relicario, la armadura cede.
Cuando agarró el relicario, Mario oyó los "gritos de un niño". Pero eso es imposible, porque todo el mundo había sido evacuado y no había nadie en el edificio desde hacía varias horas. Escucha atentamente y, a pesar del estruendo del incendio, oye claramente gritos idénticos procedentes "del interiorde la Sábana Santa".
Unos días más tarde, los fabricantes del relicario y varios especialistas en protección revelan a la prensa que es imposible que una persona normal abra la armadura de ocho centímetros de grosor con un mazo.
Este milagro provocó la conversión de Mario, que desde entonces da conferencias por toda Italia sobre la Sábana Santa.
Resumen:
La noche del 12 de abril de 1997, Mario Trematore, bombero residente en Turín (Italia, Piamonte), casado y con hijos, estaba fuera de servicio y descansaba solo en casa. Su mujer, Rita, y sus dos hijos, Jacopo y Chiara, estaban fuera.
Poco después de las diez de la noche, cuando ya había oscurecido, Mario quedó intrigado por el resplandor rojizo que vio tras una de las ventanas de su piso. Se acercó y descubrió, en la oscuridad que había invadido la ciudad, un enorme incendio a unos cientos de metros de su edificio.
El bombero hizo averiguaciones y se enteró de que la catedral de San Juan Bautista de Turín estaba en llamas. El incendio era tan terrible que parecía haberse perdido gran parte del edificio, en particular la capilla Guarini, construida en el siglo XVII, en la que se conserva la Sábana Santa de Turín. El desastre causado por las llamas fue muy grave: harían falta veinte años de trabajo para devolver al lugar su antiguo esplendor.
En aquella época, Mario no era creyente y no sabía nada de la Sábana Santa, que creía falsa. Lo único que recordaba era el PadreNuestro, que había aprendido vagamente de niño.
Pero ama y conoce la capilla Guarini, cuyo valor artístico aprendió durante su formación en arquitectura. Sin esperar, decide ayudar a sus colegas que intentan contener el incendio, se pone el traje de protección, los guantes y el casco y corre hacia los bomberos que ya están actuando.
Cuando llega al lugar de la tragedia, se apodera de él una sensación de pavor: "Nunca había visto un incendio así. Estaba tan asustado que pensé que iba a morir. Me arrepentí mucho de haber venido. No me interesaba la Sábana Santa", explicó más tarde.
Fue entonces cuando oyó una voz misteriosa, cuyo origen desconocía, pero que le pareció perfectamente clara y enérgica: la voz de un ser vivo. Decía: "¡Tienes que salvar la Sábana Santa!¡ Tú puedes hacerlo!".
Mario pareció congelarse. A su alrededor cunde el pánico. Enormes bloques de mármol caen sobre la plaza de la catedral. El calor es aterrador.
La "voz" de Mario es como un gatillo: pide a tres compañeros que le sigan al interior del horno desde lejos. Ya había entrado en la catedral sin pensárselo más.
Mario se encuentra solo en la capilla Guarini. Su único equipo son unos alicates y unas tenazas, y no sabe nada de la protección de la Sábana Santa, en particular de su cristal blindado de ocho centímetros de grosor. La voz vuelve a gritar: "¡Necesitas un martillo!"
Sin esperar, Mario sale de la capilla y tiene un encuentro verdaderamente providencial: uno de sus colegas intenta abrirse paso entre los escombros con un mazo. Cogió la herramienta y regresó al relicario.
Golpeó el cristal protector con todas sus fuerzas. No ocurrió nada. Empezó de nuevo, dos veces, diez veces, quizá "cien veces", añadiría más tarde, en vano. A su alrededor, el horno lo devoraba todo. En unos instantes, perecerá en medio de lo que habrá sido la Capilla de la Sábana Santa.
Por tercera vez, llegó la voz: "¡Golpea a un lado!" Mario obedece, y con el primer golpe asestado, la armadura cede. Sin esperar, coge el cofre que contiene el Sudario y se dirige a la salida. Es entonces cuando oye los gritos de un niño. ¿Un niño en este infierno? No puede ser. Pero entonces se da cuenta de que el llanto, que es muy real, procede "del interior de la Sábana Santa".
Inexplicablemente, su miedo se convierte en alegría. Corre por la nave con el féretro en brazos. O, dicho de otro modo, "sobrevuela". Su cuerpo y la pesada caja que lleva se han vuelto inusualmente ligeros. Cuando llega al exterior, una multitud de cinco mil personas le aclama como a un héroe.
Tardó una semana en recuperarse de sus esfuerzos. Pero salió ileso, sin quemaduras ni traumatismos, de una estancia de quince minutos en un enorme infierno.
Pocos días después, los diseñadores de la armadura del relicario y varios expertos en protección dieron una rueda de prensa en la que afirmaron que era imposible que un ser humano atravesara la armadura de ocho centímetros de grosor con un mazo y que, en este caso, la hazaña debía ser "milagrosa".
Milagrosa fue también la conversión de Mario, que desde aquel día se ha convertido en un ferviente católico y un admirador sin límites de la Sábana Santa, sobre la que da conferencias por toda Italia. "El encuentro con Cristo, a través de la recuperación de la Sábana Santa, fue una experiencia extraordinaria y me permitió entrar en una relación íntima con Él", cuenta a quienes le preguntan.
Más allá de las razones para creer:
Nadie ha dado una explicación racional de los siguientes hechos:
- La velocidad de Marioen un entorno muy peligroso,
- la extrema ligereza de su cuerpo,
- su insensibilidad al calor y a las llamas durante los largos minutos que pasó en la catedral (a pesar de su equipo profesional),
- la voz que, tres veces, le dice, con deslumbrante precisión, lo que debe hacer,
- los gritos infantiles cuyo origen localiza en el interior del relicario,
- y su súbita conversión, que no es la expresión de un choque emocional ni el efecto de la autosugestión, sino un cambio radical y definitivo en su visión del mundo y de su vida.