Europa Occidental
Siglos XI-XIX
El toque de escrófulas: un milagro curativo milenario
Durante ocho siglos, los reyes de Francia e Inglaterra tocaron a muchos enfermos - varios cientos de miles de personas - para curarlos: "El rey te toca, Dios te cura ". Esta capacidad milagrosa de curar está vinculada al cargo real, independientemente del grado de santidad del rey. Este milagro es especialmente impresionante por su persistencia en el tiempo, pero también por la diversidad de fuentes que lo atestiguan y por el reconocimiento que recibió, incluso de los enemigos.
El toque de escrófulas por el rey Enrique II en la iglesia de Saint-Marcoul del priorato de Corbeny, Libro de horas de Enrique II, 1429 /© CC0/Bnf
Razones para creer:
La institucionalización de los toques de escrófulas ha permitido conservar una gran cantidad de documentación diversa que registra el número de personas tocadas por el rey y las curaciones asociadas a ello.
El fenómeno milagroso abarcó ocho siglos, del XI al XIX. Los testigos del fenómeno son, por tanto, numerosos y variados.
Varios cientos de miles de personas se vieron afectadas a lo largo de los siglos. La opinión pública se convenció innegablemente de la realidad de este acontecimiento milagroso.
La medicina también ha dado cuenta de este fenómeno en diversos tratados a lo largo de los siglos. Por ejemplo, el profesor de medicina André du Laurens († 1609) atestiguó haber presenciado curaciones inmediatas o en pocos días. El célebre cirujano Pierre Dionis († 1718) aconsejaba a los pacientes recurrir a este "medio espiritual suave" antes de plantearse una intervención quirúrgica.
También hay que señalar que el milagro del toque de escrófulas fue reconocido internacionalmente, incluso por los enemigos de los reinos de Inglaterra y Francia. Cuando Francisco I fue hecho prisionero en la batalla de Pavía (1525), los españoles enfermos acudieron a él para que los tocara, a lo que el rey francés accedió.
El milagro de los toques de escrófulas fue reconocido por la Iglesia (Papa Pablo III, 1548).
Resumen:
Durante varios siglos, los reyes de Francia e Inglaterra tocaron a muchos enfermos para curarlos. Esta curación era especialmente eficaz en el caso de una enfermedad conocida en latín como scrofula, (escrófula en español, écrouelles en francés). Hoy en día, los médicos creen que este término se refería a lo que se conoce como adenitis tuberculosa, aunque es probable que la palabra medieval fuera más flexible y abarcara otras enfermedades con síntomas similares. Aunque esta enfermedad no es necesariamente mortal, causa graves desfiguraciones.
La particularidad del milagro del toque de escrófulas es que está directamente vinculado a la función real, en Francia y en Inglaterra, independientemente del grado de santidad personal de su poseedor. Veremos que este milagro impresiona por su longevidad, la diversidad de las fuentes que lo atestiguan y el número de personas implicadas.
Un milagro de larga duración. La primera prueba de este milagro se encuentra en el Tratado de las reliquias de Guibert de Nogent (1053 - 1124), uno de los eruditos franceses más famosos de su época. Menciona explícitamente el hecho de que Luis VI, que reinó de 1108 a 1137, curaba a los enfermos mediante el tacto. Pero esto no era nada nuevo, pues señala que su padre, Felipe I, que reinó de 1060 a 1108, ya lo hacía. En Inglaterra, la primera prueba procede de una carta privada escrita por un clérigo de origen francés, Pierre de Blois, que vivió en la corte del rey Enrique II, que reinó de 1154 a 1189. En Francia, el último toque de écrouelles tuvo lugar tras la coronación de Carlos X en mayo de 1825, mientras que en Inglaterra, los reyes dejaron de tocar a los enfermos tras el cambio dinástico de 1714. Así pues, este fenómeno milagroso duró ocho siglos en Francia y seis en Inglaterra.
La variedad de fuentes. Durante los dos primeros siglos, la literatura eclesiástica fue relativamente silenciosa. Esto se explica por el hecho de que el Papa Gregorio VII (1073-1085) se mostraba muy cauto ante los milagros realizados por laicos. Sin embargo, hacia 1300, la situación cambió y aumentó el reconocimiento de este milagro. Por ejemplo, el hermano Guillaume, un dominico normando, mencionó este fenómeno milagroso al principio de uno de sus sermones: "El rey de Francia merece el nombre de hijo de David; ¿por qué? Es porque David significa 'mano valiente'; y la mano real es valiente para curar a los enfermos: todo príncipe que hereda el reino de Francia, tan pronto como es ungido y coronado, recibe de Dios esta gracia especial y esta virtud particular de curar a los enfermos con el toque de su mano: así vemos que los enfermos de la enfermedad real acuden al rey desde muchos lugares y tierras diferentes". Bajo Carlos VII (1422-1461) y Luis XI (1461-1483), este don se menciona en las relaciones diplomáticas con el Papado. Finalmente, el Papa Pablo III (1534-1549) lo reconoció explícitamente en la bula de fundación de la Universidad de Reims.
Entretanto, este fenómeno milagroso ya se había introducido en los tratados médicos. Por ejemplo, en la Magna Chirurgia ("Gran Cirugía"), escrita por Gui de Chauliac en 1363, que fue uno de los tratados más populares entre los médicos hasta la época moderna. Aunque estas referencias se hicieron inicialmente en Francia e Inglaterra, se difundieron internacionalmente a partir del siglo XVI. Algunos ejemplos son el tratado De morbis puerorum, escrito por el italiano Girolamo Mercuriale y publicado en 1583, y el tratado Pentateuchus , publicado en 1592 por el italiano Fabrizio d'Acquapendente, uno de los fundadores de la anatomía científica.
En el siglo XV, estas curas reales entraron en el ámbito del arte. El testimonio más antiguo que se conoce se encuentra en el Mont-Saint-Michel. Desgraciadamente, fue destruido por la administración penitenciaria.
Por último, también disponemos de cartas privadas de épocas posteriores. Por ejemplo, Lord Poulett daba las gracias a un secretario de Estado, Lord Dorchester, por permitir que su hija enferma fuera tocada, y presumiblemente curada: "El regreso de una niña enferma tan aliviada reanima a un padre enfermo... Fue una gran alegría para mí que Su Majestad se dignara tocar a mi pobre niña con sus benditas manos; con esto, ayudando la bendición de Dios, me devolvió a una niña que tenía tan pocas esperanzas de conservar que había dado instrucciones para que me trajeran su cadáver...; ha regresado sana y salva; su salud mejora día a día".
La institucionalización de esta práctica también permitió llevar un registro oficial del número de personas afectadas por el Rey. Desgraciadamente, en el caso de Francia, un terrible incendio en 1737 destruyó muchos documentos del almacén de la Chambre des Comptes del Palais de la Cité. No obstante, disponemos de fuentes suficientes para hacernos una idea del número de personas implicadas.
El número de personas implicadas. En Inglaterra, sabemos que el rey Eduardo I, que reinó de 1272 a 1307, afectó a varios centenares de personas cada año, hasta 1.736 en el decimoctavo año de su reinado. Tenemos cifras equivalentes para Luis XII (1498-1515), mientras que Francisco I (1515-1547) afectó a entre 1.000 y 2.000 personas al año. En el siglo XVI, sin embargo, el récord conocido corresponde a Carlos IX (1560-1574), que tocó a 2.092 personas en 1569. Poco a poco, el ritual se institucionalizó y se reservó para ciertos días especiales, anunciados con antelación mediante carteles. Esto era especialmente frecuente tras la coronación de los reyes. Para Luis XV, por ejemplo, sólo tenemos una cifra. El 29 de octubre de 1722, al día siguiente de su coronación, 2.000 enfermos acudieron a él en el parque Saint-Rémi de Reims para ser tocados.
Aunque este milagro afectó sobre todo a los súbditos de los reyes de Francia e Inglaterra, muy pronto las fuentes nos muestran que esta fama se había extendido más allá de las fronteras y que los extranjeros a veces podían recorrer cientos de kilómetros para recibir su curación.
Lo más importante es que este reconocimiento no sólo procedía de aliados o personas neutrales, sino también de enemigos. Por ejemplo, en plena guerra con España, vemos a españoles que acuden al Rey de Francia en busca de curación. Más espectacular aún, cuando el rey de Francia, Francisco I, fue hecho prisionero en la batalla de Pavía (1525) y llevado a España, los españoles aprovecharon su presencia para acudir a él y ser tocados, a lo que Francisco I accedió. Por último, cabe señalar que también tenemos el testimonio de un embajador turco, y por tanto musulmán, que en 1618 pidió al rey Jaime I (1603-1625) que tocara a su hijo enfermo.
David Vincent, doctorando en historia de las religiones y antropología religiosa en la École Pratique des Hautes Études.
Ir más lejos:
Marc Bloch, Les Rois thaumaturges, París, Gallimard, 1983.