Colombia
16 de septiembre de 1754
El cielo toca la tierra en Colombia: Las Lajas
El 16 de septiembre de 1754, Rosa, una joven sordomuda, fue testigo de una aparición mientras se encontraba con su madre en el cañón formado por el río Guaitara, no lejos de la ciudad de Ipiales (Colombia). La niña recobró la voz ante la asombrosa presencia de esta bella dama con su hijo y los dos hombres que los acompañaban. Los aldeanos se convencieron de la veracidad de los hechos cuando la escena que representaba la aparición quedó extrañamente impresa en el suelo de la cueva a la vista de todos. La imagen pronto despertó el fervor devoto en toda la región, y allí se construyó el santuario de Las Lajas en honor de Nuestra Señora del Rosario. Hoy es uno de los lugares de peregrinación más importantes de Sudamérica.
Basílica neogótica colombiana del Santuario de Las Lajas, Ipiales / © CC BY-SA
Razones para creer:
- Se ha analizado la imagen del fondo de la cueva: ¡resulta inconcebible su resistencia y conservación en un entorno tan húmedo durante 269 años! La superficie, inexplicablemente preservada de cualquier elemento vegetal u orgánico (ni rastro de polvo, insectos o humedad) y la profundidad a la que la "pintura" penetró en la roca siguen siendo un misterio.
- La imagen es idéntica en todo a la descripción que Rosa hizo de cómo había sido la aparición unos días antes, aunque ella misma fue incapaz de imprimir la escena en la roca.
- María, la madre de la vidente, no tenía motivos para inventar tales hechos: era una ama de casa india, empleada de una familia importante de Ipiales, sin dinero ni contactos y semejante invención podía costarle cara a todos los niveles.
- La curación milagrosa de Rosa es un hecho en Ipiales y en toda la región: su sordera y su falta de habla eran bien conocidas por los habitantes y el clero local.
- Médicos y autoridades eclesiásticas han informado de decenas de curaciones vinculadas a este lugar, que siguen siendo inexplicables dado nuestro estado actual de conocimientos médicos y científicos.
- La longevidad de la peregrinación es asombrosa; nunca se ha interrumpido, a pesar de las graves crisis que ha vivido el país: la Guerra de Independencia española en 1810, la Guerra de los Mil Días en 1899, el golpe de Estado de 1957, el conflicto con las FARC, etc.
- La Iglesia, tanto a nivel diocesano como romano, siempre ha apoyado la peregrinación: construcción de sucesivas capillas, luego construcción de la basílica actual, autorización del culto público en 1951, coronación de Nuestra Señora del Rosario al año siguiente, elevación de la iglesia al rango de basílica menor en 1954, etc.
Resumen:
El 16 de septiembre de 1754, María Meneses de Quinones, criada al servicio de una familia de clase media, y su hija Rosa, sordomuda, regresan a su casa en Ipiales, una pequeña localidad del sur de Colombia, a unos diez kilómetros de la frontera con Ecuador. No se entretienen en el camino, porque el cielo es amenazador: nubes oscuras anuncian una tormenta inminente. Cruzan un pequeño valle cerca del río Guaitara y llegan a una cascada de ochenta metros de altura. Se trata de un lugar escarpado, ya que el río ha excavado aquí un impresionante cañón. Un poco más adelante, un relámpago rompe el silencio y empieza a llover torrencialmente.
María y su hija buscan refugio en las grietas naturales que forman las rocas. Rosa, que no ha dicho una palabra desde que nació, exclama de repente: "¡Mamá, ven a ver a esta señora que lleva un niño en brazos y va acompañada de dos señores!" María no sabe qué decir ni qué hacer: ¡su hija acaba de hablar como si nunca hubiera sido muda! Empapada hasta los huesos por la lluvia, coge a su hija de la mano y camina con ella hacia esa "silueta femenina" iluminada por los relámpagos de la tormenta. Pero no ve nada. Ordena a Rosa que abandone el lugar, pero la niña se resiste: "¡Mamá, la Señora me llama!
Al principio, la historia de Rosa dejó a mucha gente incrédula. Sin embargo, los habitantes de Ipiales fueron testigos dealgo que no podían explicar: la niña había recuperado el uso de sus sentidos. Los sacerdotes se mostraron cautelosos, pero la curación de Rosa les asombró.
Unos días después, María y su hija volvieron al lugar de la aparición. Rosa sintió una fuerza misteriosa que la impulsaba a ir a una cueva situada a unas decenas de metros. Su madre la siguió unos pasos por detrás. Cuando llegó a la entrada de la cueva, se arrodilló un momento y entró. María llegó corriendo. Un escalofrío las recorrió a las dos: frente a ellas, en la pared del fondo, descubrieron una imagen pintada de la Virgen María con el Niño Jesús, rodeada de dos hombres cuya identidad ni María ni Rosa conocían.
Se apresuraron a ir a Ipiales y avisaron al párroco, Gabriel Villafuerte, que esta vez se convenció por el relato de los testigos. Informados por el cura, los habitantes del pueblo fueron a la gruta. La misteriosa imagen estaba allí. Era un milagro. Mujeres, hombres y niños se arrodillaron. El obispo fue rápidamente alertado. Había nacido la romería de Nuestra Señora del Rosario.
A partir de entonces, la imagen se convirtió en el centro de atención. Los observadores, eclesiásticos y laicos, españoles y colombianos, se dieron cuenta de que las dos figuras que rodeaban a la Virgen eran Santo Domingo y San Francisco de Asís, dos santos especialmente queridos en Colombia. También observaron que la calidad de la imagen no se había deteriorado con el paso del tiempo. Es un misterio, porque nunca se ha sabido de uno o varios hombres que hayan pintado así a la Virgen y al Niño Jesús en ninguna de las cuevas de la región.
El primer oratorio se construyó con paja y madera. Se registraron milagros: curaciones, conversiones repentinas, vocaciones religiosas, etc. Hacia 1795, el oratorio fue sustituido por una capilla de ladrillo de siete metros de largo, lo que demuestra la perennidad y el crecimiento de la peregrinación. En 1802, se iniciaron las obras de una nueva iglesia, más grande y más bella. Fue sustituida a finales del siglo XIX por un nuevo edificio unido al lado opuesto del cañón por un puente. Finalmente, la actual basílica neogótica se construyó entre 1916 y la década de 1950 directamente contra la pared rocosa. Un puente de cincuenta metros de altura permite el acceso desde la orilla opuesta del río Guaitara.
La imagen milagrosa, inalterada desde hace 269 años, situada detrás de la basílica, es admirada por corrientes de peregrinos, en particular durante las celebraciones en honor de Nuestra Señora del Rosario de Las Lajas cada mes de septiembre. El culto público se autorizó oficialmente en 1951, y la Virgen, patrona de Ipiales, fue coronada a petición del Papa Pío XII.
Más allá de las razones para creer:
En el santuario de Las Lajas, enclavado en el corazón de un encantador paraje natural, el culto no se ha interrumpido ni cuestionado desde el siglo XVIII, y sigue atrayendo cada año a decenas de miles de peregrinos de toda Latinoamérica.
Ir más lejos:
David Pereyra, "Privileged Places of Marian Piety in South America", en The Changing World Religion Map: Sacred Places, Identities, Practices and Politics, Dordrecht, Springer, 2015, p. 589.