María de Jesús de Ágreda transcribe la vida de la Virgen María
La Venerable María de Jesús es la Madre Abadesa de un convento de Concepcionistas en Ágreda, España. Sus notables dotes de gestión contribuyeron a la prosperidad del convento. También es autora de una obra magistral de 3.000 páginas: La Mística Ciudad de Dios. Es un relato de la vida de la Virgen María, escrito a partir de las visiones que recibió; no contiene errores teológicos.
María de Ágreda, siglo XVIII, Museo Nacional del Virreinato© D.R. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México
Razones para creer:
- María fue agraciada con muchos carismas impresionantes: visiones, bilocaciones, levitaciones. No se móstró preocupada a pesar de que, en el contexto de la Inquisición, podría haber sido gravemente acusada. Durante el examen del tribunal, los calificadores del Santo Oficio y el Inquisidor General aprobaron las respuestas dadas por María, así como su obra.
- Varios misioneros de Nuevo México confirmaron un fenómeno de bilocación por parte de María, que había venido a hablar con ellos mientras se encontraba al mismo tiempo en su convento de España. La reconocieron gracias a imágenes suyas que les habían llegado durante su misión en América.
- María era modesta por naturaleza y no buscaba el sensacionalismo: rogaba por el fin de los fenómenos místicos externos que llamaban demasiado la atención sobre ella. Su libro principal, La ciudad mística de Dios no fue escrito por iniciativa propia, sino a instancias de su confesor.
- La vida de María de Jesús de Ágreda y sus escritos están bien documentados. Las 614 cartas que intercambió con el rey Felipe IV de España proporcionan un rico trasfondo histórico, político y espiritual del Siglo de Oro español.
- Su cuerpo yace visible en un relicario del convento concepcionista de Ágreda donde, incorrupto, está inusualmente bien conservado.
- Papas (Inocencio XI, Inocencio XII, Benedicto XIV, etc.) y numerosos teólogos han ratificado su vida y sus escritos desde el siglo XVII.
Resumen:
María Coronel y Arana nació en 1602 en la provincia de Soria (Castilla y León, España), en el seno de una familia muy modesta, piadosa y cariñosa. Varios de sus parientes se harían religiosos.
El 13 de enero de 1619 ingresó en la Orden de la Inmaculada Concepción en el convento de su ciudad natal, junto con su madre y su hermana. Fundada por Santa Beatriz de Silva en 1484, esta orden contemplativa tomó prestado su ideal espiritual de los franciscanos. Sor María de Jesús se convirtió rápidamente en la comidilla de la ciudad. Las hermanas del convento fueron testigos de sucesos inexplicables: éxtasis, levitaciones y bilocaciones.
Entre estos fenómenos, las bilocaciones (la presencia simultánea de una persona en dos lugares diferentes) ocupaban un lugar especial. María relató que se sintió transportada a un país extranjero y caluroso, donde se hablaba un dialecto indio del que no sabía nada, pero que entendía igualmente, sin ninguna formación ni traductor. Habló con religiosos que no conocía, vestidos como franciscanos. Cuando "regresó" a Ágreda, describió detalladamente a esos hombres. ¡Fueron identificados como misioneros franciscanos en Nuevo México! Después de su muerte, varios de estos misioneros la reconocieron a su vez gracias a imágenes piadosas de María de Jesús de Ágreda, ya venerable, que habían llegado a su misión, a pesar de que no la habían vuelto a ver desde la bilocación.
María se sintió molesta por estos fenómenos sobrenaturales y pidió a Jesús que la librara de ellos. Fue elegida abadesa en 1627 y reelegida hasta su muerte, con la excepción de tres años (1652 a 1655), a petición suya. Así pues, permaneció al frente del convento durante 35 años. Gozó de la plena confianza de sus monjas y del clero. Demostró una gestión impecable: las cuentas del monasterio se llevaron con maestría, el número de monjas se triplicó en sólo cinco años y el mantenimiento de los edificios fue notable. En 1633 se construyó un nuevo convento.
Enterado de su fama, Felipe IV de España la visitó personalmente. De este encuentro nació una amistad. Intercambiaron 614 cartas sobre temas muy diversos ( "El rey[...] pasó por este lugar y entró en nuestro convento el 10 dejulio de 1643, y me dio orden de escribirle; yo obedecí"). Todos estos documentos son bien conocidos por los investigadores.
Todo esto nunca perturbó su vida espiritual, sino que, por el contrario, ¡la intensificó! Los sucesivos directores espirituales de María -dos franciscanos y eminentes teólogos- coincidían en que su disposición natural no explicaba en absoluto la incomprensible calidad y profundidad de su fe y de sus intuiciones. María de Jesús nunca emprendía nada sin informar previamente a sus confesores, a los que se entregaba totalmente. Cuando la Virgen María le pidió que escribiera su vida, tal como le sería revelada en una visión, al principio se sintió angustiada por la duda. Describe: "Un miedo continuo que no puedo expresar, y que está causado por la incertidumbre en la que me encontraba, sin saber si estaba en el buen camino, si estaba perdiendo Su amistad o si estaba gozando de Su gracia". Sólo después de obtener la autorización de su confesor se embarcó en una aventura para la que nada la predisponía. Y cuando su primer confesor le ordenó hacer desaparecer su manuscrito, ¡ella le obedeció inmediatamente! Así pues, ¡es imposible creer que María de Jesús fuera orgullosa o narcisista!
La Mística Ciudad de Dios, que ella reconstruyó pacientemente a instancias de un nuevo confesor, reúne sus visiones de la vida de la Virgen. Algunos pensaron que este texto de 3.000 páginas era una obra de literatura, ficción o de estudio. Es más que eso. El manuscrito siguió un largo y constructivo camino entre los eruditos de los siglos XVII y XVIII antes de ser reconocido como libre de toda falta teológica. Las prerrogativas y funciones de la Madre de Dios tratadas en la obra de María de Jesús de Ágreda concuerdan perfectamente con las Escrituras, en particular con el Apocalipsis de Juan. Sus enseñanzas, en particular sobre la Inmaculada Concepción, la Asunción, la Corredención y la mediación universal, fueron posteriormente confirmadas dogmáticamente.
El día de los funerales de María de Jesús, el gobernador civil de Ágreda tuvo que hacer uso de la fuerza pública para dispersar a la multitud de fieles que habían acudido a presentar sus últimos respetos. La rapidez con la que la Iglesia inició el proceso de beatificación -el 21 de noviembre de 1671- y, sobre todo, la celeridad con la que la proclamó venerable (decreto de Inocencio XI de 2 de agosto de 1679), tras una investigación increíblemente rigurosa, son elocuentes. Su cuerpo permanecía incorrupto desde 1665.
Ya en 1667, el texto fue examinado por los miembros de la comisión diocesana creada en el marco del proceso de beatificación iniciado unos meses antes: el dictamen fue favorable. Una editio princeps, publicada en 1670, fue releída por ocho teólogos franciscanos con el mismo resultado. En julio de 1686, la Inquisición española, muy escaldada por el iluminismo de la época y algunos casos inquietantes de engaño, lo aprobó a su vez, ¡tras 14 años de exhaustivo análisis! Inocencio XII nombró a tres cardenales para que releyeran el libro, mientras que las universidades de Salamanca y Alcalá también emitieron dictámenes muy favorables en los últimos años del siglo XVII. En el siglo siguiente, el Papa Benedicto XIV le otorgó su apoyo incondicional.
Más allá de las razones para creer:
Las revelaciones privadas no son una alternativa al Evangelio. La posición de la Iglesia católica sobre este tema se expone en los artículos 66, 67 y 514 del Catecismo de la Iglesia católica (1992):
"A lo largo de los siglos han habido revelaciones llamadas "privadas", algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Sin embargo, no forman parte del depósito de la fe. Su función no es "mejorar" o "completar" la Revelación definitiva de Cristo, sino ayudar a vivirla más plenamente en un momento determinado de la historia [...] Toda la vida de Cristo es un misterio [...] y muchas cosas que interesan a la curiosidad humana sobre Jesús no aparecen en los Evangelios" (ver Jn 20,30 y Jn 21,25).
Ir más lejos:
François-Géraud de Cambolas, Maria d'Agreda et la Cité mystique de Dieu, París, France Empire Éditions, 2003.