Grottaglie (Apulia, Italia)
1610-1663
Rosana Battista, ardiendo en el amor de Cristo
A los dieciséis años, Rosana Battista rechazó insistentemente a los pretendientes que querían casarse con ella, prefiriendo en su lugar ingresar en el monasterio de clarisas de su ciudad natal, Grottaglie (Apulia, Italia). Se aclimató rápidamente a la vida religiosa. Las demás hermanas del convento descubrieron en Rosana una fe profunda y cualidades de gestión muy apreciables. También fueron testigos de repetidos fenómenos místicos, como éxtasis, levitaciones y repentinas e inexplicables subidas de su temperatura corporal, siempre durante momentos de oración. Cuando murió, el 25 de julio de 1663, fue considerada santa por la población de los alrededores.
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Razones para creer:
- Rosana, que llegó a ser abadesa de su monasterio tras ocupar diversos cargos de responsabilidad, era todo lo contrario de una soñadora o una iluminada.
- La estigmatización de Rosana (una herida en el costado) está ampliamente documentada y ha sido objeto de investigaciones médicas, psicológicas y teológicas.
- Sus levitaciones fueron presenciadas por muchas personas, todas ellas fuera de cualquier sospecha, incluidas algunas muy escépticas, y en distintos momentos de su vida.
- El milagro más famoso de Rosana no es un prodigio individual, sino colectivo: la consecución de una paz imposible, ante varios centenares de testigos, imposibilitando cualquier posibilidad de fraude o ilusión.
- Las autoridades eclesiásticas siempre apoyaron, ayudaron y protegieron a Rosana, a pesar de la cautela que mostraban en el siglo XVII ante las experiencias místicas.
- Su cuerpo permaneció incorrupto y flexible durante muchos años después de su muerte.
Resumen:
Rosana nació en Grottaglie, en la región de Otranto (Italia, Apulia), el 2 de junio de 1610, hija de Francesco Battista y Elisabetta Bonifacio. Fue bautizada al día siguiente. Su familia pertenecía al estrato cultivado de la población. Uno de sus primos era nada menos que Giuseppe Battista, uno de los mejores escritores napolitanos del siglo XVII. Bautizada Rosa ("rosa", como la Virgen María), la niña era inteligente y curiosa, y le gustaba participar en las conversaciones de los adultos. Sobre todo, escuchaba con paciencia y nunca intervenía sin motivo.
Sus padres le dieron una educación completa para una niña de esa edad: italiano, latín, aritmética, poesía, gramática, y pronto música y canto. A los quince años, su belleza natural y sus habilidades interpersonales atrajeron a varios pretendientes que se habrían casado con ella de buena gana. Pero desde hacía varios meses Rosana se sentía secretamente tentada por un proyecto de vida muy diferente. Embelesada por la vida de San Francisco de Asís y Santa Clara, quería tomar el hábito religioso en su provincia para servir a quien consideraba su único amor: Jesucristo. Su determinación era tal que las protestas y los sucesivos esfuerzos de sus padres y amigos no lograron cambiarla. Lo que los que la rodeaban no supieron ver es que no se trataba de un simple proyecto humano, sino de una llamada de Dios.
En 1626, llamó a la puerta del monasterio de Santa Clara de Grottaglie, su ciudad natal. Conocida por algunas monjas y recomendada por sus amigas, la joven causó inmediatamente buena impresión y sus superioras descubrieron en ella una fe extraordinaria. Fue admitida en un tiempo récord y se adaptó maravillosamente a la comunidad y a los deberes de la vida contemplativa. El 3 de diciembre de 1628, emite sus votos. La ceremonia fue magnífica: su familia y sus amigos se habían reunido para la ocasión.
Poco a poco, comienza una nueva etapa en su vida. Reconociendo sus dotes de organización (gestión, administración, reglamentación, etc.), sus hermanas no tardan en depositar en ella una confianza absoluta. A los ojos de todas, era una monja modelo, tan grandes eran sus virtudes de obediencia y humildad. Al mismo tiempo, Dios la bendijo con dones extraordinarios, que al principio trató de ocultar lo mejor que pudo, pidiendo a las pocas monjas que los conocían que guardaran silencio. Pero su existencia se hizo rápidamente conocida en la comunidad, debido a su recurrencia y a su increíble apariencia: éxtasis (idénticos a los de Santa Teresa de Ávila, por ejemplo), profecías, capacidad de realizar milagros, etc.
Varios sucesos han conmocionado a los testigos presenciales.Rosana experimentó el fenómeno de la hipertermia o "fuego de amor", conocido en los anales de la mística cristiana (Catalina de Génova, Felipe Néri, etc.): sin ninguna causa médica, la temperatura corporal de Rosana se elevaba de forma anormal durante un periodo de tiempo variable, desde unos minutos hasta un día entero. Curiosamente, esta subida se producía siempre muy rápidamente: una especie de explosión súbita de la actividad metabólica que podía llevar a temperaturas muy superiores a las observadas en los casos más graves: ¡hasta 50°C! El fenómeno se desencadena siempre por un acontecimiento espiritual: una oración profunda, un éxtasis, una visión, etc. Los testigos asisten a veces a una escena increíble: sintiendo que literalmente "hervía", Rosana sumergía las manos en el agua helada, que empezaba a hervir al contacto.
Otro fenómeno hizo famosa a Rosana, a pesar suyo. A finales de la década de 1630, cuando pensaba en el amor de Dios, o después de comulgar, sentía que su corazón latía a veces con una violencia inexplicable. Algunas monjas le dijeron que su corazón sonaba como un "pequeño tambor". Un día, Rosana se asustó: notó que se le habían levantado las costillas del pecho y que se le había formado una herida en el costado. Más extraño aún, la herida adquirió la forma y el aspecto de una rosa, que exhalaba un dulce perfume, pero de la que no manaba sangre. Las monjas quieren llamar a un médico, pero Rosana les dice que es inútil, que la herida pronto se cerrará sola, sin dejar la menor cicatriz, y que todo esto tiene un origen sobrenatural. Esta predicción se cumplió. El estigma ha reaparecido varias veces sin causar nunca el menor daño a Rosana.
Entre los fenómenos enumerados, las levitaciones son perfectamente reales y están debidamente comprobadas. Se producen según un esquema invariable: durante un éxtasis, en misa, en su celda o refectorio, o incluso en la cocina del convento, Rosana se levanta del suelo durante unos segundos, a veces unos minutos. La sierva de Dios sólo "bajaba" por obediencia religiosa: cuando un clérigo le ordenaba volver en sí.
Finalmente, tuvo visiones místicas de una precisión y un poder sin precedentes. El Señor se le aparecía bajo la forma del Niño Jesús, del Sagrado Corazón o del "Cristo de los ultrajes". Se establecía una "comunicación" entre ella y la aparición: Jesús la ayudaba a recitar un oficio, la asistía en la cocina para apagar un fuego, etc.
Un día, mientras las hermanas meditaban sobre la virtud de la obediencia, Cristo se apareció a Rosana a su lado. Sudoroso y sin aliento, parecía exhausto. Su corazón era como una llamarada de oro. Ella le preguntó tímidamente: "¿Por qué estás tan cansado? ¿Por qué sudas? -Trabajo para el monasterio", respondió él. A esta visión siguió una segunda escena: a su lado estaba el Cristo herido, cuyas heridas, como rubíes, proyectaban una luz rojiza. Rosana sintió que su corazón se "licuaba" y su rostro se "encendía"; los presentes notaron este repentino cambio de aspecto. A continuación, brotó "oro" de la herida del costado de Jesús y penetró en el corazón de Rosana, haciéndole sentir un "dolor mortal ".
En 1647, como consecuencia de una política fiscal inadecuada, estallaron revueltas en la región de Nápoles. Pronto estalló la revuelta en Grottaglie, donde la recesión económica preocupaba a la nobleza y al clero. Al amanecer del 25 de julio de 1647, los habitantes de la ciudad se sublevaron. El motín, provocado por una disputa entre artesanos y el criado de un importante aristócrata, se convirtió en una masacre. Varios nobles fueron asesinados y los supervivientes se refugiaron en la iglesia parroquial. Algunos fueron masacrados, otros arrastrados por las calles para ser asesinados.
Las monjas, cuyo monasterio estaba cerca, oyeron los gritos y los disparos. Refugiadas en la iglesia de su convento, rezaron para que cesaran los horrores. Pero no ocurrió nada. ¿Vendrá también la población a buscarlas? Con el permiso de las demás hermanas, Rosana decide intervenir para restablecer la paz y el orden. Pero, ¿qué se puede hacer ante una muchedumbre descontrolada? Sin esperar, Rosana coge un crucifijo y, rezando, va al encuentro de los alborotadores. Pignatelli, un noble de la región napolitana, describió la escena: "[Rosana,] con un crucifijo en la mano, se mostró de repente a la gente agitada, les persuadió de los méritos de la concordia, devolvió el orden a los cerebros de la anarquía, exhortó a todos a la paz y a la calma, y todo, como por arte de magia, volvió al orden". Sólo una santa podía conseguir semejante resultado, y sor Rosana lo consiguió. Varios hombres dejaron caer sus armas al suelo, y el grupo se dio la vuelta, regresando a sus casas o abandonando la ciudad. Toda amenaza había desaparecido. Este milagro de nueva paz fue presenciado por entre trescientas y cuatrocientas personas.
Elegida abadesa, Rosana practicaba una humildad inexplicable. Se la veía lavar los utensilios de cocina, barrer la cocina y el refectorio, y recibir a la gente que llamaba a la puerta del monasterio, día y noche...
Tras su muerte, su cuerpo fue colocado en un cofre y depositado en el cementerio de la comunidad. A finales de la década de 1670 se llevó a cabo una exhumación, en la que se encontró el cuerpo incorrupto y completamente flexible. Los archivos del monasterio contienen un relato detallado y firmado de este acontecimiento.