San Juan de la Cruz, poeta y psicólogo universal
Los obstáculos y vejaciones sufridos por Juan de la Cruz a lo largo de su vida superan lo que cualquier hombre puede soportar. A pesar de la pobreza, la calumnia y el encarcelamiento, consiguió llevar a buen término la reforma de los carmelitas españoles con una notable repercusión: hoy hay más de 14.000 carmelitas descalzos y carmelitas descalzas en todo el mundo. Su obra escrita le sitúa entre los más grandes poetas, psicólogos y teólogos.
San Juan de la Cruz
Razones para creer:
- Juan de la Cruz se convirtió en el 26º Doctor de la Iglesia, un título poco común que refleja su excepcional personalidad y su obra a todos los niveles. El doctor en Teología Espiritual es uno de los grandes teóricos de la vida mística.
- La reforma que emprendió en su tiempo en España se ha extendido hoy al mundo entero. En el momento de su muerte, había 33 conventos y monasterios carmelitas reformados. Hoy hay más de 1.250.
- Los adversarios de Juan le calumniaron, intentaron frustrar sus acciones e hicieron que le metieran en la cárcel. Es difícil comprender cómo un hombre sometido a una persecución tan intensa consiguió escribir tantas obras maestras.
- Muchos campos intelectuales y artísticos se han enriquecido con su obra y su vida: filosofía, teología, psicología, literatura, pintura, música, cine...
- Los escritos de Juan de la Cruz han alimentado el pensamiento y la espiritualidad de santos (san Vicente de Paúl, María de la Encarnación, santa Teresa de Lisieux, etc.), papas (Pío XI, san Juan Pablo II, etc.) y filósofos de primera fila (Blaise Pascal, William James, Henri Bergson, Maurice Blondel, Jacques Maritain, etc.).
Resumen:
Juan de Yepes y Álvarez nació en 1542 en Fontiveros (España, Castilla), en el seno de una familia noble venida a menos. Su padre, Gonzalo, era caballero, pero fue desheredado tras casarse con una mujer de clase trabajadora. Muy pronto, el niño tuvo que enfrentarse a la pobreza.
En 1547, estuvo a punto de ahogarse en una laguna donde había caído accidentalmente. Sin embargo, escapó gracias a un campesino que llegó al lugar justo cuando estaba a punto de perecer. Más tarde explicó que aquel día había recibido ayuda de la Virgen María. Desde el punto de vista humano, estaba perdido, como demuestran todos sus relatos de este suceso.
Quería consagrar su vida a Dios. Su voluntad de servir a Dios y de aprender las enseñanzas de la Iglesia fue excepcional: partiendo de la nada, se convirtió en exégeta y teólogo; sin bagaje intelectual, sus escritos sobre mística condensaron y superaron todo lo que se había escrito hasta entonces. A los 20 años, emitió sus votos perpetuos de pobreza, obediencia y castidad como miembro de la orden carmelita, y fue ordenado sacerdote en 1567.
El objetivo de Juan era ayudar a todos los creyentes, ya fueran clérigos, laicos o religiosos, a recorrer su propio camino hacia Dios. En sus tratados espirituales, como Subida al Carmelo y Noche oscura, describe las etapas de la ascensión del alma hacia Dios y los caminos que la alejan de él. Según Juan de la Cruz, el único y último camino para alcanzar "la unión mística del alma con Dios" es el desprendimiento total, confiando únicamente en Dios. Esta ascensión espiritual sigue fascinando a la gente en 2023.
Con el paso del tiempo, Juan desempeñó importantes funciones, tanto espirituales como administrativas, que desmontaron definitivamente el argumento de que Juan de la Cruz era etéreo y estaba "por encima de la tierra": ¡era todo lo contrario: concreto, pragmático, organizador y maestro! Fue a su vez director espiritual de los Carmelitas de Beas, capellán del Convento de la Encarnación de Ávila y varias veces prior en Andalucía y Segovia.
Juan se enfrentó a muchos adversarios, en un ambiente de tensión que llegó a la violencia física y a la persecución. Se le acusó de mil males: desobediencia, ser un renegado, ser un hereje y, en el contexto de la época, tener antepasados judíos. Estuvo encarcelado en Toledo durante nueve meses, en condiciones muy duras, ¡pero fue allí donde escribió algunas de sus obras más brillantes! En medio de sus dificultades, Juan se sentía cerca de Cristo, humillado y crucificado: "Cuando soportas una carga, estás en compañía de Dios, que es tu fuerza, pues Él está cerca de los que sufren".
Los obstáculos nunca le impidieron mantenerse activo: prosiguió con éxito su obra literaria y logró reformar el Carmelo, incluso sin el apoyo de muchos religiosos de su propia orden. Esta reforma, llevada a cabo junto con Santa Teresa de Ávila, respondía al deseo de renovación espiritual y de retorno fiel al espíritu y a la tradición del Carmelo (regla de 1247 definida por el Papa Inocencio IV, según la Regla de San Alberto), en particular en lo que se refiere a la clausura estricta y a la pobreza absoluta. En la actualidad, la reforma no sólo está reconocida por la Iglesia, sino que se ha extendido a los cinco continentes, hasta tal punto que los carmelitas descalzos, aprobados por el papado en vida del santo (en 1573 y de nuevo en 1591), se encuentran hoy por centenares de conventos de todo el mundo.
De Pascal a Bergson, Juan de la Cruz es considerado el maestro indiscutible de las experiencias místicas, en el sentido de que les da una definición perfecta. Asigna a las visiones y a los fenómenos sobrenaturales su verdadero estatuto (periférico y accesorio) en la vida cristiana, en relación con lo esencial (la fe en Cristo). La revelación es completa y definitiva en Jesucristo: "Os lo he dicho todo en mi Palabra, que es mi Hijo, ¡y no tengo otra! ¿Qué más puedo responderte o revelarte ahora? Poned los ojos sólo en él, porque en él os lo he dicho todo y os lo he revelado todo [...]. Míralo atentamente, y lo encontrarás todo en Él ya realizado y dado, y mucho más" (La ascensión al Carmelo, II).
Teólogos y filósofos, cristianos y no cristianos, han mostrado un vivo interés por su obra, desde santa Edith Stein a Simone Weil, desde el padre María-Eugenio del Niño Jesús a Thomas Merton, desde el cardenal Hans Urs von Balthasar a Roland Barthes... En 1948, san Juan Pablo II defendió una tesis doctoral en teología bajo la dirección del padre Réginald Garrigou-Lagrange sobre la fe según san Juan de la Cruz.
El mundo de las artes tampoco fue insensible a la obra del santo: Paul Valéry, los pintores Salvador Dalí y Alfred Manessier y el cineasta Carlos Saura interpretaron a su manera la espiritualidad de Juan de la Cruz. Este enamoramiento trasciende el tiempo y las escuelas estéticas.
Se le considera un inmenso poeta lírico español. Es cierto, pero hay algo más. Su poesía se pone al servicio de la fe y, como tal, es en sí misma un extraordinario comentario de la Biblia y una amplia y fabulosa enseñanza teológica. "Oh noche que guiaste / Oh noche amable más que la alborada / Oh noche que juntaste Amado con amada / amada en el Amado transformada" ("Noche oscura del alma"). En Francia, los poemas de Juan fueron redescubiertos a principios del siglo XX gracias a Santa Teresa de Lisieux, que vio en él "al santo del Amor por excelencia". Nos recuerda que "en el atardecer de esta vida, seréis juzgados por el amor".
El místico español, canonizado en 1726 y proclamado Doctor de la Iglesia por el Papa Pío XI en 1926, sigue siendo desde hace más de cuatro siglos una referencia multidisciplinar absoluta. El santo es venerado tanto por católicos como por anglicanos y protestantes: su enfoque se inscribe en un movimiento espiritual de conversión, en el sentido evangélico del término, basado en la libertad de conciencia de todo ser humano, hijo de Dios, sin la cual no puede haber diálogo entre Dios y su criatura.
Más allá de las razones para creer:
Juan de la Cruz fue contemporáneo y amigo espiritual de Teresa de Ávila: nunca antes dos personas habían logrado una reforma tan completa de su orden religiosa y llegar a ser Doctores de la Iglesia en el siglo XX. Sus textos se dirigen a todos los bautizados y a las personas de buena voluntad en su búsqueda espiritual. "En cualquiera alma, aunque sea la del mayor pecador del mundo, Dios mora y asiste sustancialmente" (La subida al Monte Carmelo).