San Esteban, el primer mártir
Esteban fue uno de los siete primeros diáconos elegidos y nombrados por los apóstoles para garantizar una traducción fiel de las oraciones litúrgicas de la Iglesia primitiva del arameo al griego. Israelita erudito y autor de varios prodigios, fue un evangelista muy inspirado, pero fue víctima de las calumnias de algunos de sus conciudadanos, que se negaban a reconocer a Jesús como el Mesías de Israel. Fue apedreado a las puertas de Jerusalén tras recibir una visión de Jesús. Se convirtió así en el "protomártir". Fue el primero, tras la muerte de Jesús, en sellar su testimonio con su sangre, inaugurando la larga línea de mártires, la "semilla de los cristianos", que continúa hasta nuestros días.
San Esteban, retablo de Carlo Crivelli, 1476 /© CC0/wikimedia
Razones para creer:
Esteban fue contemporáneo de Jesús y de los apóstoles y, según la tradición, como San Pablo, antiguo discípulo de Gamaliel. Fue elegido por los Doce para responder, junto con otros seis eruditos griegos, con una traducción fiel, a la petición de las mujeres consagradas de lengua griega que no entendían las oraciones de los apóstoles formuladas en arameo (cf. Hch 6,1-6), cumpliendo así un servicio de caridad a estas mujeres.
Esteban fue testigo de los milagros realizados por los apóstoles, y él mismo realizó diversos signos y prodigios inspirados por el Espíritu Santo (Hch 6,10). Por tanto, su decisión de morir por su fe en Jesús no fue un acto precipitado ni una apuesta insensata.
El discurso de Esteban antes de su muerte nos muestra que era un israelita extremadamente culto. Conocía bien las Sagradas Escrituras y la historia del pueblo de Israel. Su reconocimiento del mesianismo de Jesús se basaba, pues, en sólidos conocimientos religiosos.
Antes de su muerte, Esteban tuvo una visión de Jesús en su gloria. Dio testimonio público de ello, lo que condujo a su ejecución.
La ejecución, en la que Esteban muere perdonando a sus enemigos (Hch 7,60), a imagen de Cristo (Lc 23,34), tuvo lugar en Jerusalén, la ciudad principal para todos los israelitas, en presencia de una gran multitud.
El relato de Lucas es fidedigno. Menciona en particular la presencia en la ejecución de Saulo de Tarso, que se convertiría en el apóstol Pablo. Lucas era un estrecho colaborador del apóstol. Por tanto, contó con el testimonio directo de un testigo ocular.
Las reliquias de San Esteban fueron encontradas y posteriormente veneradas. San Agustín relata setenta milagros que ocurrieron en su presencia cuando eran peregrinos en el norte de África a principios del siglo V (La Ciudad de Dios, Libro XXII, Capítulo 8).
Resumen:
Tras la ascensión de Jesús a los cielos, los apóstoles se dedicaron a proclamar la Buena Nueva de la salvación en Jerusalén.Sin embargo, además de predicar, también tuvieron que ocuparse de todo tipo de tareas, sin olvidar el problema descrito en los Hechos de los Apóstoles (Hch 6:1-7): la versión griega del Nuevo Testamento habla de "siete"hermanos "estimados por todos" que fueron "designados"por los apóstoles para responder a las viudas de lengua griega" que recriminan a los que hablan hebreo" (el arameo que hablaban los apóstoles) y que afirmaban estar "desfavorecidas", lo que parece extraño. De hecho, en esta traducción, parece que a los hombres llenos del Espíritu Santo (¿por qué?) se les ordena ocuparse de un servicio doméstico (difícil de entender): los siete en cuestión van a hacer algo muy distinto y se ponen inmediatamente a evangelizar. Pero la versión aramea del texto, que sin duda es la original, nos permite comprender mejor el contexto: se trata en realidad de mujeres consagradas de lengua griega (no viudas) que no entendían las oraciones en el altar (no en las mesas) y que pedían traductores (no diáconos). Por eso los apóstoles instituyeron y ordenaron a siete eruditos griegos, entre ellos San Esteban, para traducir las oraciones, como se había hecho con la Septuaginta en Alejandría en el 270 a.C.
Pero este servicio de traducción no era la única ocupación de estos hermanos llenos del Espíritu Santo, y Lucas nos informa de que Esteban también predicaba y realizaba grandes prodigios entre el pueblo. Este testimonio de poder despertó la hostilidad de algunos conciudadanos de Esteban, que lo enfrentaron en un debate. Incapaces de refutar sus argumentos racionales, decidieron contratar falsos testigos contra él para calumniarlo ante las autoridades religiosas. Acusado falsamente de blasfemar contra Dios, fue llevado ante el sumo sacerdote para ser juzgado.
Aprovechando esta oportunidad para dar testimonio de su fe en Jesús, Esteban pronunció un largo discurso recapitulando la historia de Israel, para demostrar que Jesús era realmente el Mesías anunciado por los profetas y esperado por el pueblo. Este discurso demuestra que Esteban era un gran conocedor de los textos de la Sagrada Escritura y de la historia del pueblo de Israel. No era, pues, un simple hombre del pueblo que pudiera dejarse engañar por el primer falso mesías que apareciera, sino un hombre culto, formado en el estudio de la Sagrada Escritura, que había reconocido el mesianismo de Jesús. Sus adversarios, irritados por su discurso, no encontraron ocasión de interrumpirlo o contradecirlo.
Al final de su discurso, Esteban tuvo una visión de Jesús en la gloria. Hablando libremente de ello, despertó la ira de la multitud, que le había estado escuchando hasta entonces, y que entonces decidió sacarlo de la ciudad para apedrearlo. Sin odio ni miedo, Esteban simplemente confió su espíritu a Jesús. Esta muerte confiada selló el testimonio de Esteban, que ya se había basado en sólidos argumentos racionales y milagros para dar testimonio del mesianismo de Jesús.
Este relato procede de los Hechos de los Apóstoles, libro escrito por Lucas como complemento de su Evangelio. Escrito sólo unas décadas después de los hechos, este relato narra un acontecimiento que tuvo lugar en Jerusalén, la ciudad más importante para los israelitas de la época, en presencia de numerosos testigos. Además, tiene la ventaja de estar respaldado por el testimonio directo de testigos oculares. Sabemos que Saulo de Tarso, un celoso fariseo de la época, estuvo presente en la ejecución. Después de haber tenido una revelación directa de Cristo, Saulo se convirtió a su vez en discípulo de Jesús, y Lucas le acompañó en sus viajes durante varios años.
También debemos señalar que San Agustín describe más de setenta milagros causados por las reliquias de Esteban que, tras ser encontradas en 415, circularon por su región: "Podría relatar muchos más milagros, pero ¿cómo podría hacerlo? Como prometí, debo llegar al final de este libro. No dudo de que muchos de los nuestros que lo lean se enfadarán porque haya omitido muchos que ellos conocen tan bien como yo; pero les pido que me disculpen, y que consideren cuánto tiempo llevaría hacer lo que me veo obligado a omitir. Si sólo quisiera relatar todas las curaciones que se hicieron en Calame e Hipona por el glorioso mártir San Esteban, contendrían varios volúmenes; y aun así, sólo serían aquellos cuyos informes se han escrito para ser leídos al pueblo. Por orden mía se redactaron estos informes, al ver que en nuestro tiempo se estaban produciendo varios milagros semejantes a los del pasado, y que no debía perderse su recuerdo. Todavía no hace dos años que las reliquias de este mártir estuvieron en Hipona, y aunque no se ha dado cuenta de todos los milagros que allí tuvieron lugar, ya son casi setenta en el momento de escribir estas líneas. Pero en Calame, donde las reliquias de este santo mártir han estado más tiempo y donde se tiene más cuidado en escribir estos relatos, el número es mucho mayor."(La Ciudad de Dios, libro XXII, capítulo 8).
Más allá de las razones para creer:
"Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por los que ama..." (Jn 15,13), dice Cristo, y más allá de su elocuencia, el testimonio de los mártires es un acto de caridad.
Ir más lejos:
Pierre Maraval y Simon Claude Mimouni, Le christianisme: des origines à Constantin, París, Presses Universitaires de France, 2006.