Desde la Antigüedad hasta nuestros días
Morir en olor de santidad
La expresión "morir en olor de santidad" no es sólo una forma de hablar. Hay muchos ejemplos de ello a lo largo de los siglos, desde la antigüedad cristiana. Sigue siendo un fenómeno muy contemporáneo, incluso entre personas corrientes que han vivido santamente. Es una fragancia que combina rosa y violeta, con un evidente significado simbólico: la persona vivió una vida de amor y gran humildad.
Variedad de rosa / © CC BY-SA 3.0
Razones para creer:
- El historiador Waldemar Deonna, profesor de la Universidad de Ginebra, enumera al menos 30 santos que desprendían un olor incomprensible en vida, 103 que lo hicieron al morir y 347 santos cuyos cuerpos permanecieron perfumados mucho tiempo después de ser enterrados. Teniendo en cuenta el número de personas que dan testimonio de este olor característico de la santidad, es muy poco probable que cada caso sea una mentira o una alucinación olfativa colectiva.
- Tomemos, por ejemplo, el caso de Santa Margarita de Hungría († 1270): las numerosas personas que acudieron a presentarle sus respetos atestiguan todas ellas un olor muy particular ante sus restos, un olor a flores muy improbable en enero. También está Santa Teresa de Ávila († 1582), cuyo cuerpo fue enterrado precipitadamente en una fosa; fue el olor que exhalaba su cuerpo lo que permitió encontrar el lugar donde estaba enterrada. También podríamos mencionar a Santa Rita de Casia, San Padre Pío, San Narciso de Jesús, y muchos otros.
- Cuanto más nos remontamos en la antigüedad cristiana, menos verificable resulta el fenómeno. A veces, ante las exageraciones de una piadosa mano hagiográfica, dudamos de la realidad física de este extraordinario fenómeno místico. Puesto que un olor no es tangible, ¡es difícil demostrarlo a posteriori! Sin embargo, la pervivencia del fenómeno en los tiempos modernos nos permite formarnos una opinión mucho más precisa y disponer de testimonios de primera mano sobre este fenómeno.
Resumen:
Santa Margarita de Hungría (1242 - 1271) fue apodada por sus contemporáneos "La rosa fragante en el jardín de Dios". Desde los 12 años, su piedad fue profunda. Rechazó una proposición de matrimonio y prefirió llevar una vida de monja, llena de misticismo y penitencia autoinfligida. Tuvo que luchar contra el deseo de su familia de casarla por razones políticas, prefiriendo vivir una vida de oración y espiritualidad intensa. Murió a los 29 años, agotada por su vida de penitencia. Sus contemporáneos atestiguan que, alrededor de su cuerpo expuesto, se podía oler un extraño perfume, dulce y fuerte al mismo tiempo. La Iglesia acabó canonizándola, no por este fenómeno, sino por la investigación sobre su vida. Había desarrollado tres corazones, a imagen de lo que los Padres de la Iglesia enseñan para definir la santidad: un corazón de fuego para Dios, un corazón de piedra para sí misma, un corazón de carne para el prójimo. Su humildad y su caridad son manifiestas.
Más recientemente: Santa Narcisa de Jesús (1832 - 1869), apodada "la azucena del Ecuador". Era una joven humilde, toda devoción y sin ningún aprecio por sí misma; se humillaba en secreto. Nadie habría prestado atención a su existencia si, un siglo después de su muerte, Dios no hubiera manifestado su alma a través de una serie de milagros y fenómenos excepcionales, entre ellos la extraordinaria fragancia de las flores. Se la conoce en la región como la "Niña Narcisa". No sólo se encontró su cuerpo intacto 86 años después de su muerte, sino que seguía exhalando la misma fragancia.
La Iglesia católica, en sus autoridades, da a este tipo de fenómenos el lugar que les corresponde: los verifica y se interesa por ellos. Registra los relatos, pero no se conforma con ellos. La investigación para la canonización se centra en el testimonio de una vida vivida en santidad, que debe ser confirmada por uno o varios milagros post mortem, que van más allá de la simple noción de "prodigio" y en los que el poder de Dios confirma su voluntad de hacer de la persona un modelo y un intercesor.
En 2015, Arnaud Dumouch, licenciado en Ciencias Religiosas, y el abate Henri Ganty fundaron el Institut Docteur Angélique, que ofrece un completo programa de formación en línea sobre filosofía y teología católicas, en línea con la hermenéutica de continuidad de Benedicto XVI.
Más allá de las razones para creer:
¿Cuál es la diferencia entre un milagro y un prodigio?
Los milagros (causa divina) van más allá de las leyes fundamentales de la naturaleza y no pueden explicarse más que por el poder infinito del Creador: por ejemplo, la resurrección de un cadáver descompuesto.
Un prodigio (una posible causa natural) puede explicarse de otra manera: por ejemplo, la reanimación de una persona que lleva unos minutos en parada cardiaca. Morir en olor de santidad es ciertamente un prodigio, aunque la causa sea -en casos atestiguados- la intervención de ángeles.
Ir más lejos:
Christiane Rancé, Dictionnaire amoureux des saints, "Odeur de sainteté", Plon, 2019, p. 485-487.